Si todavía había una mínima duda sobre las verdaderas intenciones de la Presidenta, la decisión de ungir a dedo a Daniel Filmus y de colocar a sus chicos de La Cámpora en los mejores lugares de la lista de legisladores por la Ciudad, la disipó de inmediato: Cristina Fernández va por todo y su propia reelección parece ser solo el primer paso de un plan estratégico que podría incluir, si es que le da el cuero, la posibilidad de reformar la Constitución para presentarse, en 2015, de nuevo como candidata.
No hay que hacer un máster en Análisis Político para comprender la jugada de la jefa de Estado y sus principales asesores, el secretario Legal y Técnico Carlos Chino Zannini y el jefe de la secretaría de Inteligencia, Hector Icazuriaga. Su pretensión de colocar el 20 por ciento de los candidatos en todas las listas del país a los jóvenes de la agrupación que preside sin demasiado compromiso Máximo Kirchner demuestra un evidente deseo no solo de manejar el poder actual sino también el del futuro. En los discursos públicos que realizó la Presidenta apenas Kirchner murió, habló una y otra vez no solo sobre la “profundización del modelo”. Además dejó bien claro lo que piensa sobre “la custodia del legado”.
La Presidenta eligió al senador Filmus en la Ciudad porque no tenía más remedio. O para decirlo mejor: porque es el único que aparece con posibilidades de ganarle a Mauricio Macri y transformar esa victoria en un espaldarazo a su gestión. Sin embargo, la decisión de colocar al ministro Carlos Tomada como su vicejefe “guardián” y a Juan Cabandíe como primer candidato a legislador revela, además, la vocación por instalar un gobierno cristinista, con una legislatura que responda a las posiciones de la presidenta. Algo parecido podría suceder en la provincia de Buenos Aires si se mira con detenimiento el reciente acuerdo entre José Ottavis, líder de La Cámpora en ese distrito, y el gobernador que no se dobla ni se oxida. Es verdad que no los unió el amor sino el espanto del avance de Hugo Moyano en la fórmula y en las listas de legisladores de la provincia y diputados nacionales. Sin embargo resta saber quién será candidato a vicejefe del actual gobernador. Todavía siguen en carrera la ministra de Infraestructura Cristina Alvarez Rodríguez, sobrina nieta de Eva Perón; el ministro Cacho Baldomero Alvarez de Olivera; el intendente de Florencio Varela, Julio Pereyra; y Gabriel Mariotto. La primera es la preferida de Scioli. Álvarez y Pereyra representan el poder de los intendentes del conurbano. Y Mariotto mantiene la esperanza de que la Presidenta lo imponga para controlar al gobernador.
-Todos apostaban a la ruptura y Cristina me volvió a respaldar- explicó Scioli esta semana a su equipo de estrategia política. El gobernador está contento porque la lista de “adhesión” de Martín Sabbatella no “prende”. También porque el intendente de Tigre, Sergio Massa, le aseguró que no competirá contra él, aunque se lo pida la propia presidenta.
El hambre de poder del cristinismo pone de manifiesto, además, los propios límites de su organización. Si fuera por ella, Amado Boudou sería el candidato en lugar de Filmus, Gerardo Martínez el secretario general de la CGT y Sabbatella o cualquier otro estarían desbancando a Scioli, a quien los más cercanos a la Presidenta consideran de derecha.
La Cámpora es una organización superestructural con fuerte presencia en distintas áreas del Poder Ejecutivo: Aerolíneas Argentinas, la estratégica Secretaría de Justicia y la multimillonaria Secretaría de Comunicación Pública, entre otros centros políticos de poder. El estilo prepotente de algunos de sus miembros y la velocidad con que avanzan sobre cuadros técnicos y políticos de sectores kirchneristas, pero menos cercanos a la jefa de Estado, está generando un fuerte resquemor dentro y fuera del gobierno.
- Vamos por todo- arengó Zannini durante el primer acto público de “la militancia” después de la muerte del ex presidente.
- Si quieren ir por todo, así, de prepo, se van a terminar estrellando- me dijo un secretario de Estado que responde a Cristina Fernández pero que cada día los soporta menos.
El sueño de Cristina es algo que está en la carpeta de la mesa chica de la Presidenta, aunque todavía no es el tiempo propicio para agitarlo. Tiene el mismo molde que el proyecto de consulta popular y reelección indefinida que logró Néstor Kirchner en Santa Cruz, en 1998. Zannini lo conoce de memoria porque fue su ideólogo principal.
Publicado en El Cronista