Si la Argentina tuviese una oposición seria, uno de los principales aspirantes a la presidencia, Ricardo Alfonsín, estaría criticando con fuerza a la presidenta Cristina Fernández por su discurso del 25 de mayo, en el que reemplazó el recuerdo de la Revolución por el aniversario número ocho de la asunción a Presidente de su marido. Además, le estaría exigiendo al gobierno una detallada rendición de cuentas sobre los gastos de la fundación "Sueños Compartidos" y los presuntos manejos turbios de Sergio Shoklender, en vez de poner en el foco de la atención pública las frustradas negociaciones con Hermes Binner para sumarlo a su Frente Progresista Nacional.

Si la Argentina tuviese una oposición responsable, Mauricio Macri y Francisco de Narváez hace rato que hubieran acordado la renovación de la alianza que les permitió ganar al oficialismo en junio de 2009 y plantarse como una alternativa de poder. El acuerdo debió haber sido rubricado antes del fin del año pasado. Si se hubiera concretado, hoy, la pelea de ambos sería por el premio mayor, y no estarían solos, cada uno con su alma, tratando de hacer cuentas para conservar, como máximo, los votos y el poder que lograron tiempo atrás, mientras asisten impotentes a la casi inevitable reelección de la Presidenta.

Si la Argentina tuviera una oposición con visión estratégica, Eduardo Duhalde no sería candidato a presidente, sino que estaría por encima de la pelea electoral, trabajando para unir a los líderes con vocación de poder alternativo detrás de sueños comunes. Sin embargo Duhalde trabaja ahora "para salvar la ropa" después del papelón de la interna del peronismo federal y hace un esfuerzo físico notable para recorrer todo el país, en busca de los votos que todavía no tiene.

Si la Argentina tuviese una oposición seria, Elisa Carrió podría haber utilizado su autoridad moral para amalgamar a quienes le dieron sus votos en las presidenciales de 2007, en vez de poner límites y etiquetas a decenas de dirigentes, en un proceso de destrucción del capital político lento pero persistente.

Si la Argentina tuviese una oposición seria, los dirigentes del peronismo no kirchnerista hubiesen puesto la energía suficiente como para canalizar los votos de la resolución 125 y seducir a legisladores y gobernadores que estaban más cerca de irse que de quedarse. Sin embargo pasaron demasiado tiempo mirándose el ombligo, con los resultados que ya todos conocen.


Si la Argentina tuviese una oposición seria, los principales líderes políticos que enfrentan a este gobierno hubieran utilizado las encuestas que en noviembre del año pasado empezaron a mostrar a Cristina Fernández con una intención de voto espectacular para pensar una estrategia capaz de vencer al oficialismo.
Sin embargo, prefirieron especular hasta último momento, con la esperanza de que el "efecto duelo" se desvaneciera, en vez de plantearle a la gente su propio proyecto, con las críticas a lo que este gobierno hace muy mal o todavía no pudo o no quiso hacer.

Si la Argentina tuviese una oposición seria, no sería tan difícil, a pesar del crecimiento económico y las altas tasas de consumo, instalar en la opinión pública, lo evidente y lo que puede venir. Desde la creciente inflación hasta el inquietante aumento del gasto público y los índices de pobreza, indigencia y empleo en negro que no acompañan a la fiesta de todos. Desde las decenas de casos de corrupción que se tapan, se ignoran y se olvidan porque hay fiscales y jueces que bailan al compás del poder político. Desde la obscena y discrecional distribución de la publicidad oficial hasta los ataques públicos y solapados a medios y periodistas que se niegan a transformarse en la comparsa del relato oficial.

Si la Argentina tuviese una oposición seria, sus líderes no estarían tan preocupados por saber si le pueden arrebatar el poder al gobierno ahora mismo, sino en construir una alternativa a mediano y largo plazo, un proyecto capaz de neutralizar y contener a los Hugo Moyano de hoy y también los de mañana. Un contrapeso político e institucional, para que nadie tenga todo el poder durante tanto tiempo.

Si la Argentina tuviese una oposición seria, la lúcida intervención de Beatriz Sarlo en el programa gubernamental al que financiamos todos con el pago de nuestros impuestos, no se habría transformado en la noticia de la semana, ni hubiera dado lugar a la creación de canciones y remeras para insertar en la memoria colectiva una frase que pone límites a la prepotencia de los aduladores oficiales a quienes les molesta que les llamen mercenarios.

Pero la Argentina no tiene una oposición seria.

Por eso las cosas están como están.

 

Publicado en El Cronista