(Columna publicada en Diario La Nación) El candidato Alberto Fernández ya tiene casi la totalidad de su gabinete ideal en la cabeza. Absolutamente confiado en el triunfo, dice a los periodistas que no confirmará ni desmentirá ningún nombre, porque no quiere que empiecen a triturar a los elegidos antes de asumir. De las conversaciones privadas que mantiene, se puede descontar que su gabinete será la expresión de un "frente" de partidos y organizaciones.
Que se reservará el derecho a veto de cualquier nombre que le propongan y que ejercerá la potestad de nominar a personas de su absoluta confianza en las áreas más sensibles. Estas son: la jefatura de Gabinete, el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Justicia, el Ministerio de Seguridad y el área de Medios Públicos. Por supuesto, también la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Fernández admite que un porcentaje del gabinete expresará a su eventual vicepresidenta, Cristina Fernández. Sin embargo, da a entender que será solo una parte entre varias otras, como la fuerza que lidera Sergio Massa, el sector que expresan los gobernadores, o la que agrupa a decenas de intendentes del conurbano. ¿Piensa en algún representante de la CGT y de los movimientos sociales para el Ministerio de Trabajo o el de Desarrollo Social? No por ahora. Reconoce su afinidad con el Movimiento Evita, pero tanto a la CGT como a la UIA los concibe como aliados, no como partes del gobierno. ¿Buscará un jefe de Gabinete con peso propio? No necesariamente. Sí una persona que le responda de manera incondicional. Santiago Cafiero, nieto de Antonio e hijo de Juan Pablo, parecería ser el indicado.
Fernández recuerda que cuando asumió como jefe de Gabinete de Kirchner, no tenía más experiencia que la de legislador porteño. Explica que lo que caracterizó su gestión fue la confianza que Néstor Kirchner depositó en él. ¿Cómo será su criterio de selección? No responderá a su capricho personal y escuchará los nombres sugeridos por las organizaciones que integran el Frente, pero pondrá dos condiciones: con idoneidad y sin antecedentes penales.
Tendrá, entre sus ministros, secretarios o personas de confianza, nombres vinculados a luchar contra la corrupción, como Gustavo Beliz y María Eugenia Bielsa. Quizá Beliz no ocupe un ministerio; sí una función nueva que hoy no aparece en el organigrama. Ante los candidatos que se mencionan para la Cancillería, Fernández prefiere hablar de un Ministerio de Relaciones Exteriores productivista, cuya misión central será exportar y defender a las empresas argentinas en el exterior, y "no perder tiempo alrededor de una mesa de canapés regada con una o varias copas de champagne". Usa como ejemplo sus conversaciones con más de un embajador de los Estados Unidos. Diplomáticos que ejercen abiertamente la defensa de las empresas norteamericanas, sin ponerse colorados.
Fernández tiene como foco principal "encender la economía" y piensa, igual que lo imaginaba Macri antes de asumir, que una buena parte de lo que suceda estará determinado por el factor confianza. Imagina un arranque como el de los primeros meses del gobierno de Kirchner, cuando millones de argentinos empezaron a sacar la plata del colchón para invertir y gastar, después de un largo período de "malaria" e incertidumbre. El exjefe de Gabinete recuerda que durante ese período la inversión directa de los argentinos alcanzó 23 puntos del producto bruto interno, cuando ahora no llegaría a los 15 puntos. También reivindica la moderación económica, pero no reniega de las medidas heterodoxas, como un considerable aumento de la alícuota del impuesto al patrimonio.
Fernández asegura que ya les anticipó a los miembros de la Mesa de Enlace que subirá las retenciones a los productos del campo. Explica que no lo deberían tomar como un ataque sectorial, sino como una decisión que persigue el objetivo de lograr algo que se la pasan pidiendo cada vez que pueden: equilibrio fiscal. ¿Piensa emitir moneda o usar parte de las reservas para reactivar la economía o equilibrar el déficit? Todavía no lo tiene claro. Al mismo tiempo, envía un mensaje a los ahorristas argentinos que ingresaron en el blanqueo y poseen cuentas en el exterior: "Mi tarea será seducirlos, no castigarlos porque eligieron proteger su patrimonio". Para el candidato, no hay ninguna diferencia entre un argentino que abre y acumula dinero en una cuenta local y otro que lo hace afuera, pero que paga los correspondientes impuestos.
En la cabeza del candidato que ungió Cristina hay un proyecto de reforma previsional con algunos puntos de contacto con la que ahora mismo impulsa el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro: una cláusula obligatoria que extienda la edad de la jubilación hasta los 65 o los 70. El candidato no piensa en una reforma laboral única, sino en acuerdos sectoriales, como el de los sindicatos petroleros de Vaca Muerta. Imagina un acuerdo económico y social que contemple una enorme cantidad de variables: precios, salarios, pero también las tarifas de los servicios públicos.
Inmediatamente después de las PASO, Fernández imaginó que Comodoro Py se iba a terminar acomodando solo, por efecto del nuevo escenario electoral. De a poco va entendiendo que no va a ser tan sencillo. Los jueces federales no funcionan como una sola estructura. En principio, ninguno tiene jefe. Todos piensan distinto y deciden según su criterio. A pesar de lo que muchos puedan suponer, no se reunieron para evaluar la nueva situación, ni recibieron advertencias ni sugerencias. El postulante a la presidencia por el Frente de Todos les mandó decir que él no suscribe el Protocolo de la Venganza ni la política del ojo por ojo diente por diente. Que no moverá un dedo para perseguir ni denunciar a Macri ni a ningún ministro por sus decisiones políticas.
Independientemente del "indulto político" a Cristina que propició con sus declaraciones contra media docena de jueces y camaristas, Fernández insiste en que no presionará a ninguna instancia para que la dejen de investigar. El sueño de la consagración de la impunidad para los corruptos K todavía está a mitad de camino. Ya no se pueden detener ni cajonear los expedientes elevados a juicio oral. Por otra parte, es difícil que algún juez acepte ponerles su firma a los sobreseimientos o las desestimaciones de los procesados que se sentarán en el banquillo de los acusados después de haber sido investigados con evidencias y pruebas irrefutables.
La ruta del dinero K, el juicio oral por la obra pública y Hotesur y Los Sauces y los cuadernos de la corrupción son los juicios más emblemáticos, pero no los únicos. No sería extraño que en poco tiempo más hombres de negocios como Cristóbal López y Fabián de Sousa recuperen su libertad. Tampoco que Julio De Vido obtenga la prisión domiciliaria antes de fin de año. Pero exfuncionarios con condena firme como Ricardo Jaime y el exvicepresidente Amado Boudou no van a salir de la cárcel de la noche a la mañana. Quizá, la nueva tendencia en Comodoro Py sea no dictar prisiones preventivas si no existe un peligro de fuga concreto o una prueba muy contundente de que se buscó entorpecer la investigación. Los fueros seguirán protegiendo a Cristina y Máximo Kirchner, pero tampoco Florencia Kirchner debería temer la pérdida de su libertad, en el caso de ser encontrada culpable. La decisión de mandarla a la cárcel sería entendida como una desmesura en el contexto de los nuevos vientos políticos que soplan.