Muchos se sorprendieron cuando escucharon a la Presidenta develar que perdió un embarazo en 1984 porque fumaba dos atados de cigarrillos por día. ¿Era necesario dar a conocer el secreto para desalentar a los fumadores ? Sin embargo, no es la primera vez que Cristina Fernández de Kirchner habla en público de sus asuntos privados. O mejor dicho: que mezcla los asuntos institucionales con sus dramas o tragedias personales.

Lo hizo, por primera vez, el 1° de noviembre de 2010, a las 17.40, apenas tres días después de la muerte de Néstor Kirchner. Aquello fue emitido por cadena nacional y el efecto, en términos electorales, puede ser considerado inmejorable. Inmediatamente después de aquella aparición, su intención de voto pasó del 13 al 33%. Los datos son de Poliarquía, una de las consultoras más serias del país. Ella había aparecido de luto, sentada, un tanto encorvada, y el dolor se le notaba demasiado. Había una gran expectativa porque era la primera presentación pública después del funeral. Fue uno de los discursos más cortos de su vida política. Al final, sus palabras fueron interrumpidas por un principio de llanto. Los responsables de la emisión decidieron incluir el "quiebre" y el corte abrupto del discurso. Expertos en comunicación política definieron ese momento como el mejor ejemplo del denominado "voto emoción".

Entrevistado por el suplemento Enfoques de este diario, Eduardo Fidanza, de Poliarquía, definió el "voto emoción" como la reacción de los electores ante hechos de la vida privada de los candidatos. Dio tres ejemplos del "voto emoción" y sus efectos sobre el padrón electoral. Uno es la difusión de un hecho banal como el polémico vínculo entre Martín Redrado y Luciana Salazar. Eso, sostiene Fidanza, no le agrega al candidato votos, sino que se los quita. Otro es la información vinculada con un hecho natural de la vida, como el embarazo de Juliana Awada, la esposa de Mauricio Macri. Ese tipo de noticias, explicó el experto, siempre ayuda al candidato porque lo humaniza y lo acerca a la gente. Pero el suceso más "positivo", en términos electorales, es la irrupción de la tragedia en la vida privada del político. No hay nada, según Fidanza, que provoque más identificación y empatía. En todos y en cada uno de los niveles sociales. Ningún cristinista ni de la primera ni de la última hora va a admitirlo de manera pública, pero es evidente que muchos de los gestos, afirmaciones y modos de la Presidenta que antes irritaban a miles de argentinos fueron borrados de la "percepción colectiva" el día en que el ex presidente murió.

¿Alguien dentro del Gobierno estuvo midiendo el efecto del voto emoción y le sugirió a Cristina Fernández que continuara incluyendo en sus discursos públicos menciones explícitas a su tragedia personal? No tengo la certeza de que haya sido así. Sí tengo la evidencia de que, desde ese día hasta ahora mismo, las alusiones a la profunda tristeza que le provocó y le sigue provocando la muerte de su compañero, y el contraste por la alegría que dice que siente por el crecimiento económico y lo bien que le va al país, fueron incorporadas en casi todas sus disertaciones públicas, a veces con la mismas palabras y siempre con los mismos datos de la economía nacional. En la página oficial de la Presidencia, donde se pueden leer los discursos completos y no la síntesis que hacen la mayoría de los medios, hay decenas de referencias a Máximo Kirchner y Florencia Kirchner, y anécdotas políticas y personales, más una cantidad innumerable de menciones a Néstor Kirchner con el pronombre "El", que coloca al ex presidente por encima de todo y de todos. Hay, incluso, comentarios íntimos sobre diálogos que mantuvo y viene manteniendo con sus hijos, como si quisiera compartir con su auditorio el duelo público por la desaparición física del compañero de toda la vida.

Es probable que racionalistas como Federico Sturzenegger no hayan oído hablar jamás del voto emoción. Para el presidente del Banco Ciudad, en todo caso, la respuesta de por qué hoy Cristina Fernández está ganando las elecciones no es sentimental sino de bolsillo. El afirma que nunca en la historia moderna un candidato presidencial del oficialismo perdió las elecciones después de treinta y dos trimestres de crecimiento económico ininterrumpido y a tasas altísimas. Otros encuestadores, como Artemio López, dicen que la imagen positiva del Gobierno ya había empezado a repuntar mucho antes de la muerte de Néstor, con los efectos de la Asignación por Hijo, el sostenimiento del consumo y la ola de simpatía que despertó en sectores de la juventud la aprobación del matrimonio igualitario, entre otros asuntos. López, igual que la mayoría de los kirchneristas, interpreta que la desaparición física del ex presidente provocó una revalorización de su figura como transformador de la realidad, más que un voto emotivo o poco racional. Y que la ostensible distancia electoral entre la jefa del Estado y los demás también se explica por el lamentable comportamiento de la mayoría de los candidatos de la oposición, que todavía dudan sobre cómo enfrentar al oficialismo.

Quizá los estrategas de la comunicación oficial hayan terminado por aceptar que a Cristina la versión humanizada le sienta bien, igual que su prolongado luto. Además, ¿quién sería el desalmado que se atrevería a plantear que se podría tratar de una actuación, si la rabia, la angustia y la depresión por la muerte de un ser querido es algo que nos toca a todos, por más que no seamos presidentes?

Ella, la Cristina pública y privada, es quien empezará la campaña electoral la semana que viene, para seguir gobernando la Argentina con un poder casi absoluto.


Publicado en La Nación