Asesores de Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde están analizando, por separado, la posibilidad de anunciar un acuerdo horas después del 14 de agosto, cuando se conozcan los primeros resultados de las elecciones abiertas primarias y obligatorias.

El acuerdo, de concretarse, implicaría la convocatoria del que obtenga más votos al que logre menos y la conformación de una coalición que les permita mantener sus candidatos a legisladores pero al mismo tiempo integrar al futuro gabinete nacional a las figuras de ambas fuerzas.

Tanto Alfonsín como Duhalde encargaron encuestas para saber cuál podría ser el escenario posterior a las primarias. Sin embargo, la mayoría de los consultores todavía están desorientados.

Por lo ponto, todavía ignoran cuánta gente podría llegar a votar. No están seguros de si se transformarán en un verdadero ensayo general para las presidenciales del próximo 23 de octubre o unos comicios de “aparato”. Si se tratara de elecciones “normales” en las que concurriera a votar un alto porcentaje del padrón, Alfonsín y Duhalde podrían seguir adelante con el acuerdo. Si se convirtieran en unas elecciones de aparato, ambos se verían perjudicados porque el dinero y la logística del gobierno harían que Cristina Fernández obtuviera un altísimo porcentaje de los votos emitidos, muy por encima de los de ambos. Esa foto acrecentaría la idea de que la Presidenta “ya ganó” y llevaría a la candidata hacia un inexorable triunfo en primera vuelta.

Duhalde y Alfonsín pretenden que las primarias no sean “desinfladas” por el gobierno para que funcionen como una primera vuelta virtual.
Y trabajan para llegar a un acuerdo en el que el tercero manifieste su apoyo al segundo para que el voto antikirchnerista no se disperse y llegue al caudal mínimo para disputar la segunda vuelta en la competencia de octubre.

¿Es bueno o malo que aparezcan en una foto juntos, antes de las primarias? ¿Es bueno o malo que se filtren los detalles del acuerdo que todavía no se concretó antes de las primarias del próximo 14 de agosto? ¿El electorado lo tomará como un dato positivo o negativo? ¿Lo interpretará como un acuerdo maduro entre líderes que están dispuestos a resignar ambiciones personales y a gobernar con más respeto por las instituciones y más tolerancia? ¿O lo entenderá como un pacto de dirigentes ambiciosos cuyo único objetivo es que el cristinismo no continúe en el poder? ¿La mayoría de los votantes todavía indecisos, aportará entonces su opción a favor de la presidenta, porque entiende que garantiza la continuidad del crecimiento económico y la “normalidad” o apostará al acuerdo entre Duhalde y Alfonsín para posibilitar un cambio no traumático pero “más democrático”?

Alfonsín y Duhalde tienen más del 15 por ciento de intención de voto cada uno contra más del 40 por ciento de intención de voto de la presidenta.
¿Obtendrían más del 30 por ciento si concretaran el acuerdo o diluirían su “identidad” y una parte del voto de ambos se iría hacia otras opciones como las de Elisa Carrió, Hermes Binner o Alberto Rodríguez Saá?

¿Qué papel jugaría Mauricio Macri en este eventual acuerdo? ¿Le serviría, después del 14 de agosto, asumir el rol de garante entre Duhalde y Alfonsín? ¿Le convendría, para su carrera política, un presidente que no fuera Cristina Fernández, quien no tendrá la posibilidad cierta de ir por otra reelección? ¿Le serviría poner en juego su nuevo capital electoral ante una eventual derrota de sus socios, a quienes considera mezquinos por no haberlo apoyado antes en su ambición presidencial?

En el gobierno nacional apuestan a difundir de manera anticipada este acuerdo que todavía no se convalidó. Suponen que así quedará claro que ni siquiera una alianza entre Duhalde y Alfonsín aparecerá como efectiva para detener al “Huracán Cristina”.

En las próximas horas harán todo lo posible para incorporar el asunto en la agenda nacional y presentarlo, de manera equívoca, como un Pacto de Olivos II. Suponen que así los votantes se olvidarán de las nuevas malas noticias que involucran al gobierno con Sergio Schoklender y Hebe de Bonafini, la derrota electoral de Daniel Filmus y el impacto negativo de las afirmaciones de Fito Páez.

Cren que también “podría funcionar” para borrar la marca profunda que dejará en la sociedad la idea de que la Presidenta agitó el fantasma de que Ernestina Herrera de Noble era una apropiadora.

Hace tiempo que Felipe y Marcela Noble Herrera debieron prestarse, en forma voluntaria, para que se obtuvieran sus muestras de sangre y así confirmar su verdadera identidad. Sin embargo ahora es legítimo formular las siguientes preguntas. ¿Dónde estaban las pruebas de la apropiación? ¿Por qué eligieron impulsar y amplificar una mentira? ¿Pueden los funcionarios públicos usar sus atribuciones para montar semejante obra?

Más allá del eventual acuerdo entre Duhalde y Alfonsín, la Presidenta le debe una respuesta clara a toda la sociedad. Y en este caso, el silencio es la peor de todas las explicaciones.

 

Publicado en El Cronista