El video casero, grabado por un pasajero de Aerolíneas Argentinas, uno entre los 10 mil que fueron repatriados desde que el gobierno dispuso la cuarentena, da vergüenza ajena. Se puede ver, con claridad, como un tripulante de la aerolínea de bandera, toma el micrófono y empieza a leer, desde la pantalla de su celular, un discurso oportunista, proselitista, fuera de contexto.
Parece responder al sindicato de la Asociación Argentina de Aeronavegantes, que agrupa a los tripulantes de cabina de las empresas aéreas. El secretario general del sindicato es Pablo Grey, un cristinista que ahora se hizo albertista. En su discurso, el tripulante se autopercibe como un ejemplo de soberanía. Recuerda: “nos entregaron, nos vendieron, nos quebraron, nos compraron por un euro y nos volvieron a quebrar”. De acuerdo con su relato, ellos son la Patria, la Nación y la empatía. Ellos. No todos los argentinos. El tripulante pide a los pasajeros no solo que cumplan con las normas del aislamiento y la cuarentena. Va todavía más allá. Pide que le hagan caso al Presidente.
Como ya parece más que evidente, el coronavirus, además de todo el daño que produce, parece tener la virtud de mostrar a la gente tal como es. No solo a Tinelli. No solo a la vicepresidenta. No solo al ministro de Seguridad de la provincia de Santa Fe, Marcelo Saín, o al exministro de Educación, Daniel Filmus. A veces, en un momento dramático como el que vivimos, es mejor callarse la boca que levantar el dedito, para sacar provecho de la situación. Porque, en serio, lo que hacen, y como lo hacen, da vergüenza ajena.