¿Por qué los escándalos de Schoklender y su vínculo con Hebe de Bonafini, las declaraciones "piantavotos" de Fito Páez y los resultados negativos de los cotejos de ADN de Marcela y Felipe, los hijos de Ernestina Herrera de Noble, no parecen afectar demasiado la imagen y la intención de votos de la Presidenta? ¿Por qué estos y otros asuntos, sin embargo, impactan de manera negativa en la candidatura de Daniel Filmus, si uno y otra forman parte del mismo proyecto? ¿Por qué la pelea con el campo terminaría restando votos al postulante Agustín Rossi pero no pondría en peligro, por ahora, el eventual triunfo en octubre de la jefa del Estado? ¿ Cristina Fernández está blindada? ¿Qué es lo que la protege del peor momento del gobierno desde la muerte de Néstor Kirchner?

Muchos de estas interrogantes se están empezando a repetir entre quienes consumen encuestas cualitativas y cuantitativas. De hecho, los directivos de las empresas y bancos que las contratan para saber dónde pararse se preguntan si tienen que creer, a pie juntillas, en los estudios y las conclusiones de la mayoría de las consultoras que pifiaron el resultado de la primera vuelta de las elecciones en la ciudad. Hasta ahora todas sostienen lo mismo. Las que se equivocaron y también Poliarquía, que fue la que más se acercó a la realidad. Ellas informan: hasta este momento, ni la imagen ni la intención de voto de Cristina han sido especialmente afectadas por esta cadena de malas noticias para el Frente para la Victoria.

Una explicación posible pero incompleta es que muchos de los que votaron a Mauricio Macri y los que votarán por el socialista Antonio Bonfatti o por el macrista Miguel del Sel en Santa Fe también lo harán por la Presidenta el próximo 14 de agosto o el próximo 23 de octubre. Otra respuesta parcial y atendible es que la mayoría de estos asuntos impactan mucho en el núcleo cerrado de las cinco mil personas hiperinformadas, pero no hacen cambiar de opinión a la masa de votantes que todavía discuten la eliminación del seleccionado argentino de la Copa América o están haciendo cuentas para saber si se compran un nuevo plasma. Una tercera lectura que aportan quienes auscultan la opinión del electorado es que la fuerte empatía que despertó la viudez de Cristina Fernández todavía se sostiene, porque Ella sabe mantenerse a distancia de cualquier hecho negativo.

Esto último es evidente. Sus asesores en comunicación la protegen de todo mal. La Presidenta no dijo una sola palabra, en público, sobre la derrota de su candidato Daniel Filmus. Tampoco se pronunció sobre las desafortunadas afirmaciones del músico rosarino ni sobre las frases de su jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. En su momento no abrió la boca para sentar posición sobre los hechos que involucraron a la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo. Y en sus últimos discursos ignoró, por completo, lo resultados de los cotejos genéticos de los hermanos Noble Herrera, aunque hace menos de un año dio por sentado que podrían ser hijos de desaparecidos y que la accionista de Clarín no quería llegar a la verdad.

Cristina Fernández sólo da buenas noticias. Y lo sigue haciendo con una estética impecable. Siempre bien iluminada y contenida. Con cámaras que la muestran "por encima" del público o el auditorio. Lejos de cualquier periodista que pueda hacerle cualquier pregunta incómoda.

Nadie pudo hacerle "pisar el palito". Sobre los temas ríspidos, en el Gobierno prefieren mandar a hablar al jefe de Gabinete o a los periodistas militantes cuyo desgaste político y profesional es cada vez más notable. La bajada de línea oficial es que Ella no se debe contaminar con los conflictos, como solía involucrarse El. Sólo debe aparecer asociada a proyectos productivos y de futuro, como la fabricación de la primera cámara fotográfica digital hecha en la Argentina o la inauguración de Tecnópolis. La perspectiva de sus asesores en comunicación es que hoy Cristina Fernández puede soportarlo todo. Incluso la decepción que pudo haber provocado las declaraciones de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, cuando dijo que hubiera deseado que uno de los hijos de la dueña de Clarín fuera hijo de desaparecidos. La percepción generalizada sobre la buena marcha de la economía es la razón estructural que sirve para comprender por qué, a pesar de todo, la Presidenta parece "estar blindada". Los periodistas que llevamos muchos años observando cómo fluctúa la intención de voto de los principales líderes políticos a esta película ya la vimos.

En 1995, cuando Carlos Menem fue reelecto con más del 50 por ciento de los votos, nada parecía hacerle mella. El efecto Tequila había impactado en la economía de México en diciembre de 1994, pero sus efectos todavía no habían llegado al bolsillo de los argentinos. Al entonces presidente, una parte mayoritaria de la sociedad parecía tolerarle todo. Desde el uso imprudente de la Ferrari hasta los más escandalosos casos de corrupción. Sin embargo, una combinación letal de desequilibrios económicos con desgaste de la figura presidencial penetró en su armadura de invencible meses después de su rutilante victoria electoral. Algo parecido, aunque no exactamente igual, sucedió con Fernando de la Rúa. La mayoría de los argentinos no quiso o no pudo "escuchar" la denuncia del diario Perfil, sobre una presunta maniobra de uno de sus hijos para salir favorecido de un examen en la Universidad de Buenos Aires. En aquella época, los sociólogos y los consultores repetían que el futuro presidente "estaba blindado". Que no había nada ni nadie que lo pudiera bajar del pedestal.

Es imposible pronosticar qué pasará de aquí a octubre. Nadie sabe ni siquiera cuánta gente irá a votar el 14 de agosto, ni si las primarias obligatorias serán un verdadero ensayo general o unas elecciones de "aparato" que generen la sensación, otra vez, de que Cristina "ya ganó".

Lo que sí se puede afirmar es que Ella sigue ocupando el centro de la escena.
Y que todavía ni Ricardo Alfonsín, ni Eduardo Duhalde, ni Hermes Binner ni Elisa Carrió ni Alberto Rodríguez Saá, por citar sólo a algunos de los candidatos a presidente, están logrando pararse enfrente como una alternativa clara, capaz de amenazar su liderazgo. En este contexto, la "incapacidad" de los adversarios para capitalizar los errores políticos del Gobierno también juega, todavía, a favor de la presidenta de la Nación.

 

Publicado en La Nación