Hay que quedarse en casa y pagar impuestos. Todos los empresarios deberían evitar los despidos y sacar dinero del propio bolsillo para pagar los salarios, mientras evitan la quiebra. Pero a la clase política rentada, parafraseando al propio Presidente, también le tocó la hora de perder algo, y ponerlo al servicio del resto. ¿Un veinte por ciento de sus ingresos y de los gastos administrativos? Si.

¿Quizá un 30 por ciento? También. ¿Por qué no? El cacelorazo de ayer a las 21:30 debería funcionar, igual que el reto del Presidente a Paolo Rocca, accionista de Techint, como una advertencia de una parte de la sociedad hacia la dirigencia nada más, no hay que sobredimensionarlo. Pero cuidado: usar a la empresa más grande del país como chivo expiatorio no va a servir para aplanar la curva de contagio. Mejor sería no engañarse. Una nota con la firma de Diego Cabot en la Nación, atiborrada de datos oficiales, pone las cosas en su lugar. Desde que se inició la cuarentena, más de 70 mil dueños de restaurant no han tenido ni un solo cliente, casi 67 mil vendedores ambulantes no pudieron vender ni un solo producto y más de 80 mil choferes independientes no salieron a la calles. Es más: 300 mil contratistas de la construcción dejaron de pagarle el sueldo a más de 600 mil empleados que trabajaban en sus obras. Esto demuestra que la solución no pasa por señalar con el dedo a la multinacional más grande de la Argentina. Eso es ruido y humo. Llega hasta ahí.

El gobierno, después de haber subestimado, al principio la propagación del coronavirus, reaccionó a tiempo. Las características de la pandemia y el hecho de ponerse al frente de la comunicación, convalidaron la autoridad presidencial, y casi hicieron desaparecer la grieta. Pero cuidado: porque ya hay quienes alientan, dentro y fuera del gobierno, la instalación del pensamiento único. La malvinización. Y cuidado también con la emergencia y la corrupción. Porque las compras directas, en el medio de semejante desesperación, parirán una nueva camada de funcionarios corruptos y empresarios multimillonarios.

Finalmente, sería conveniente, además, que el gobierno no sucumba a la tentación autoritaria. Y a revestir de épica guerrera y patriotera las decisiones para enfrentar la pandemia. El coronavirus le ha dado al Ejecutivo casi la suma del poder público. Pero eso no significa que el Presidente se haya transformado, de la noche a la mañana, en el dueño absoluto de la verdad.

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