No es justo ni inteligente plantear como una opción de hierro, en el medio de la pandemia, la vida por sobre la economía. Economistas de todas las corrientes ideológicas ya están pronosticando que morirán muchas más personas como consecuencia del hambre, la pobreza y la falta de trabajo, que debido al contagio por coronavirus. También es injusto acusar a quienes impulsan el regreso paulatino de las actividades de defender intereses espúreos, por encima de la salud.
Se trata de una reacción típica del populismo y de gobiernos que defienden el pensamiento único. Como no tienen soluciones a la vista, instalan un enemigo imaginario, y ellos se colocan, siempre, del falso lado del bien. Además, a sus argumentos, la realidad se está llevando por delante. Los que están empujando una salida de la cuarentena, más que los grupos económicos concentrados, son los cuentapropistas, los changarines y los pequeños y medianos empresarios que no tienen dinero para pagar los sueldos ni espalda para tomar los créditos a un interés del 24 por ciento anual.
También es un delirio que el servicio de justicia se haya parado en seco. Y no solo por la indignación que provoca la postergación de los grandes juicios que involucran a exfuncionarios kirchneristas, empezando por la vicepresidenta de la Nación. También porque parece un chiste que la fiscalía de investigaciones administrativas llame a un productor de alimentos para confirmar lo que está en los registros oficiales. Es decir: que le vendió a los intermediarios la botella de aceite casi un 100 por ciento menos de lo que terminó pagando el Estado, un sobreprecio que hace casi imposible no pensar en un sistema de corrupción montado casi a la perfección.
Tampoco el congreso puede seguir en cuarentena. Mientras el presidente le promete que va a invitar a Mario Negri a tomar un café, el ala más radical del kirchnerismo cranea un impuesto para los ricos, con un perfume tribunero pero de muy difícil ejecución. Y a propósito del kirchnerismo. El silencio de Cristina Fernández, a esta altura, resulta atronador. Ni el más mínimo gesto de apoyo para el gobierno ni el presidente. Ni siquiera un tuit de compromiso.
Disciplinados y orgánicos, los muchachos de Cristina ya elaboraron una nueva estrategia: silencio para no potenciar la buena imagen de Alberto; preparados para cuando la economía se tome venganza y los argentinos busquen otra alternativa. Al enemigo Alberto lo tiene adentro. No en el periodismo crítico. Ya lo debería saber de memoria.
escuchá el audio del comentario de Luis Majul en CNN Radio: