La reunión entre el Presidente y el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla fue muy corta. Alberto Fernández le llamó la atención, le explicó que no podía cortarse solo, y menos pidiendo la prisión domiciliaria o la libertad para casos tan sensibles como el de Ricardo Jaime y Martín Báez y lo despidió. Usó el mismo método que había aplicado con el responsable de la Anses, Alejandro Vanoli, después de aquel viernes negro en el que los jubilados salieron en malón a buscar dinero a los bancos.
“Alberto no le va a pedir la renuncia a nadie ahora. Considera que no es el momento adecuado. Pero cuando afloje lo del coronavirus, seguramente, va a haber una restructuración del gabinete”, descontaron, fuentes muy cercanas al Presidente. A Vanoli lo está monitoreando muy cerca. Parece que no le queda claro porque la Anses está rebotando a tantos beneficiaros del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) con argumentos tan desopilantes.
Otra vez Fernández sufre las consecuencias del fuego amigo. Las consecuencias de haber elegido un gabinete que expresa el acuerdo del Frente de Todos. Los problemas derivados del loteo de ministerios, secretarías, direcciones y organismos descentralizados. Solo que ahora lo encuentra en el medio de una encrucijada. Porque su decisión de implantar la cuarentena justo a tiempo se combina con el derrumbe económico para el que todavía no se formuló una respuesta adecuada.
El jefe de Estado está tomando debida nota de lo que sucede acá afuera. Solo que no quiere convocar a un grupo de economistas expertos, porque siente que de allí no podrá salir nada concreto, más que ruido y confusión.
Todo el mundo le está pidiendo un plan. Un plan para mejorar la oferta a los acreedores. Un plan económico para evitar el derrumbe. Un plan para salir de la cuarentena y entrar en una fase de relajamiento administrado. Un plan para que miles de pequeñas y medianas empresas no quiebren. Un plan para que no explote la desocupación. Un plan para que la pobreza no llegue al 50 por ciento como temen tanto Miguel Angel Pichetto como Juan Grabois. Pero él dice que no va a cambiar el orden de prioridades: evitar la mayor cantidad de muertes por coronavirus que esté en condiciones de evitar.
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