Ayer, los jefes de los gobiernos de la Ciudad, y las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, se preguntaban si lo de Alberto Fernández, anunciando un permiso para salir de los domicilios hasta un radio de 500 metros durante una hora, para todo el país, había sido un error involuntario, de comunicación, ambos, o una jugada política multipropósito. Como sea, los que pagaron el costo político de salir a aclarar fueron ellos. Se sabe: no gozaremos de ese beneficio ninguno de los habitantes de estos cuatro distritos.

Cerca de Horacio Rodríguez Larreta, se lamentaban: “Nos parece injusto tener que aparecer ahora como los malos de la película. También nos parece injusto que el periodismo, en general, nos haya caído encima con el famoso tema de los adultos mayores, y nadie se haya detenido en el error del gobierno nacional”. Lo dicen en voz baja. En realidad, todos hablan en voz baja cuando se trata del presidente Alberto Fernández y el gobierno nacional. Es que están atados de pies y manos. Con un nudo fuerte, y doble. El de la dependencia económica es uno. El otro es el del rechazo que les puede generar enfrentarse a un jefe de Estado con una altísima imagen positiva, fenómeno que solo se puede entender por el miedo que provoca la pandemia en casi toda la sociedad. De cualquier manera, ninguno de los cuatro, hasta donde este periodista pudo averiguar, supone que el Presidente se equivocó adrede.

Un dirigente del Frente de Todos que no forma parte del gobierno pero que tampoco es albertista, lo puso en estos términos. “Sencillamente, se equivocó. Es demasiada y muy compleja la información que tiene que procesar y luego comunicar. Algunos le estamos recomendando que deje las cuestiones más técnicas para los especialistas. Pero él insiste en ser el portavoz oficial de las medidas sanitarias”, me dijo. No es para menos. El haberse puesto el traje de bombero para protegernos del virus le sienta bien. Y es lo que explica, también, su centralidad y su valoración positiva. Acechado por el fantasma de Cristina Fernández, que todo el tiempo le marca la cancha, y por el de la economía, que se sigue derrumbando sin cesar, el Presidente no hace lo que quiere, sino lo que puede.

Por eso quienes lo conocen afirman que sería incapaz de jugar a ser Macchiavello, en el medio del Covid-19. “Alberto es un político y sus decisiones están atravesadas por la política, pero no es una mala persona. Se puede equivocar. A veces se equivoca demasiado. Pero no es un tipo embromado. Sería incapaz de hacer algo así adrede”, me dijo el dirigente del Frente de Todos que no es albertista, pero que lo conoce demasiado bien. Menos mal.