Alberto Fernández es el presidente con más poder de toda la historia reciente de la Argentina. Gobierna por decreto, bajo una emergencia económica, financiera, social, alimentaria, de salud, educación y, como si esto fuera poco, también manda en vastos sectores de la justicia. En los próximos días puede enviar al país al default, y nadie podría evitarlo. Opina sobre todo y sobre todos.
El sábado, con sus palabras, generó la falsa expectativa de que todos los habitantes de la Argentina podrían salir a la calle, aunque sea un rato, con los niños de la mano. Ayer, dio el aval implícito para que miles de detenidos puedan gozar de la prisión domiciliaria. El problema es que ni siquiera existen las pulseras electrónicas suficientes como para hacerlo de manera ordenada y efectiva. Hasta hace muy poco, se mantenía en pie un motín en el penal de Devoto, y una comisión de presos ilustres negociaba con el secretario de Justicia y algunos jueces la salida de cientos de presos bajo el Sistema Penitenciario Federal. Anoche, se ultimaban los detalles para que Diputados empiece a sesionar, pero nadie garantizaba que se discutan temas distintos a los que le importan al Presidente.
La paradoja de esta situación es que, a pesar de concentrar tanto poder, Alberto Fernández sigue estando condicionado por la dueña de la mayoría de los votos de su base electoral, Cristina Fernández de Kirchner. La última semana, al jefe de Estado le alcanzaron encuestas que lo preocuparon un poco. Aunque sigue gozando de un amplio apoyo, la fatiga por la cuarentena y muchas de sus decisiones políticas están siendo cuestionadas por amplios sectores de la sociedad. Al mismo tiempo, cuando más se recuesta en los sectores radicalizados del cristinismo, más votos pierde entre el electorado moderado. Esa franja de argentinos que lo hizo llegar a la presidencia. Aunque diga que no, Alberto también hace política, en el medio de la pandemia. Camina por la cornisa, entre la ética de la responsabilidad y la necesidad. Debería prestar atención a la enorme volatilidad de la hora.
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