No se puede ni se debe jugar con las expectativas de la gente. No se puede ni se debe, desde el poder o desde la oposición, jugar al gato y al ratón, porque la mentira tiene patas cortas. Y las medias verdades también. Alguien con autoridad, el Presidente, la vicepresidenta o el gobernador de la provincia, tienen que salir a decir cuál es la política sobre los presos y el coronavirus. A lo largo y a lo ancho del país y en el distrito más populoso de la Argentina.
Tienen que salir a decirlo ya. Y la autoridad política del Frente de Todos, tiene que salir a aclarar si la postura del partido es la de la Comisión de la Memoria, que alienta la salida de los presos sin ton ni son. Mejor dicho, que la agita. O la de Sergio Massa, que recibe a los familiares de las víctimas, y las garantiza lo que ya tendrían garantizado por ley: que antes de liberar a delincuentes que atacaron a ellos mismos o a sus familias, les van a informar las circunstancias y los detalles, y les van a dar las explicaciones del caso. En estos días, se nos hace más difícil que antes, como analistas políticos, entender al jefe de Estado. Siendo abogado y profesor de Derecho Penal en la Universidad de Buenos Aires, una persona con sentido común, no termina de quedar claro si está de acuerdo o no con su secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, quien, en efecto, pidió la domiciliaria de Ricardo Jaime y la libertad de Martín Báez, entre otros.
Si está del lado de los delincuentes de más o menos de 65 años que cometieron delitos graves y aprovechan la pandemia para conseguir su libertad, o junto a sus víctimas, personas que no solo cargan con el dolor de la pérdida, sino con la incertidumbre de volver a vivir la misma pesadilla, pero en forma de impunidad. Y el reclamo de no especular con la necesidad, la expectativa y el sentimiento de la gente también hay que hacerlo extensivo a la oposición. Se puede estar en la gestión, y cumplir con lo que exige el Estado Nacional en materia sanitaria, en el contexto de la pandemia. Lo que no se puede ni se debe es hacer seguidismo. O mantener el silencio, en cuestiones tan sensibles, como la liberación o la prisión domiciliaria para delincuentes que cometieron delitos graves o fueron condenados por corrupción, como Amado Boudou, Jaime, Lázaro Baéz, ex socio de la vicepresidente, y su hijo Martín, culpable de lavado de dinero. En este tipo de cuestiones, o estás de un lado, o estás del otro. Lo demás es jueguito para la tribuna.