¿Por qué el Presidente no se rebela ante el avance de Cristina Fernández y los dirigentes de La Cámpora en el medio de la pandemia? “Porque tiene otras prioridades, como la lucha contra el virus y la salida del canje dentro de dos semanas”, me respondió alguien que lo ve todos los días.
¿Por qué Alberto Fernández les prohibió a sus incondicionales que hablen de albertismo? “Porque detectó que los movimientos subterráneos que están haciendo para limarlo se disparan cuando el cristinismo siente que su imagen crece y la de Cristina baja cada día más”, interpretó. Si tomamos como aceptables estas dos respuestas, el jefe de Estado estaría más complicado de lo que parece.
Está plantado solo, sin la ayuda de sus socios de la coalición para enfrentar la pandemia, y monitoreado por si su imagen positiva se dispara y se le ocurre armar una corriente propia con el fin de disputar el liderazgo político de Cristina.
La oposición también está en medio de una interna, solo que sus consecuencias serían menos traumáticas. Mientras que Mauricio Macri sigue sin abrir la boca, para que o embistan contra él y lo usen de chivo expiatorio para que el gobierno disimule sus problemas, Horacio Rodríguez Larreta continúa monitoreando la curva de contagios, y teme que se dispare en los próximos días. Con todo, la vicepresidenta le acaba de dar una mano grande, en la interna y las encuestas.
Al elegirlo como uno de sus enemigos, endilgándole que haya nombrado a Juan Bautista Mahiques como jefe de los fiscales, lo colocó, por unas horas, en el lugar de líder de la oposición. Para colmo, la jueza que había denunciado presiones, desmintió que quien la presionó fuera Mahiques, como denunció Cristina. Así, la vicepresidenta terminó dando un paso en falso. Uno más, en el medio de la cuarentena, y quizá no sea el último.