Fue una gran y aplastante victoria de la Presidenta. Incluso mayor de la que pronosticaban la mayoría de las encuestadoras. En verdad, fue una victoria a la que hay que multiplicar por cinco.

. Una corresponde al enorme porcentaje de votos que obtuvo, después de ocho años de gobierno.

. Otra a la impresionante diferencia entre Cristina Fernández y el segundo.

. La tercera es por el nivel de participación del electorado que le aporta al triunfo una indudable legitimidad.

. La cuarta razón es que, como se preveía, Ella logró más votos que el gobernador Daniel Scioli, gracias a la candidatura de Mario Ishii y la de Martín Sabbatella. (Lo de Scioli, igual, es un importante triunfo, porque lo logró a pesar de que el cristinismo juntó contra él).

. Y la quinta victoria de la jefa del Estado es porque ganó sin deberle nada a nadie. O mejor dicho: sin deberle nada al peronismo. Ni a Scioli, ni a Juan Manuel de la Sota, ni a Juan Manuel Urtubey.

El de ayer fue un ensayo general. Pero el resultado ha sido contundente. Una previa que la acerca, a la Presidenta, al triunfo en primera vuelta el próximo 23 de octubre. Y que bien puede alimentar la fantasía de impulsar una nueva reforma constitucional para internar un nuevo mandato después de 2015.

El impresionante triunfo de Cristina Fernández pone en evidencia, entre otras cosas, que "no hay oposición". O para ser más precisos: que está fragmentada y dispersa. O también: que la oposición no tiene un candidato lo suficientemente atractivo para enfrentar con alguna posibilidad a la muy buena candidata que es la Presidenta.

Se debe destacar, además, que una buena parte de los votantes le dieron la espalda a la decisión de Ricardo Alfonsín de aliarse con Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires, y que se sintieron más cómodos votando a Hermes Binner.

El gobernador de la provincia de Santa Fe hizo una muy buena elección, igual que Jorge Altamira, quien logró "el milagro" de obtener mucho más que el 1.5 por ciento de votos. Y Elisa Carrió, una gran perdedora de esta competencia, deberá, por fin, plantarse una fuerte autocrítica sobre su forma de hacer política y de construir poder.

La holgada victoria de Cristina, por fin, tuvo un par de buenas noticias extras. Fue presentada, por la propia candidata, con equilibrio, mesura y sin ningún tipo de soberbia. Y debería servir, entre otras cosas, para aceptar que la mayoría de la sociedad aprueba sin ninguna duda le gestión de este gobierno y opta por la continuidad de esta gestión.

Sin embargo, sería un error que desde el poder se interpretara como una patente de corso para repetir los errores y decir o hacer cualquier cosa. Sería un error que sirviera para "lavar" las mentiras del Indec o la prepotencia y los disparates que se sostienen desde los programas oficiales y paraoficiales.

Y habrá que decir, también, que este triunfo prueba, de manera incontrastable, que la teoría kirchnerista de que los "medios hegemónicos" influyen en el ánimo de los votantes es falsa de toda falsedad. Los argentinos seguirán comprando el diario, escuchando la radio y mirando el canal que más les gusta, más allá de las descalificaciones del gobernante de turno. Y aunque gane las elecciones como las acaba de ganar Cristina Fernández.

 

Publicado en La Nación