Los economistas de la Argentina tienen opiniones encontradas sobre la negociación de la deuda externa cuyo día D, entre otros, sería hoy. Unos como Hernán Lacunza, dicen que sería un desastre. Porque no solo el Estado, también las empresas pasarían años enteros sin recibir un crédito del exterior. Otros, como Roberto Cachanosky, sostiene que hace tiempo que estamos en default. Y que, en realidad, estamos más que en default. “Estamos en quiebra”, nos dijo hace unas horas en Mirá.
Entre los fondos de inversión, creen que el ministro de Economía, Martín Guzmán, está enamorado de su propuesta, y que la va a sostener hasta el final. Suponen que al ministro le importa menos ir al default que sostener su teoría académica. También suponen que el Presidente hará lo imposible para evitar la calificación técnica de default. “Sería el final de su carrera política”, se apresuran a diagnosticar. ¿Es verdad que Cristina Fernández estaría empujando al Presidente hacia la ruptura total con los acreedores privados? Alberto Fernández dice que la escucha, como escucha a todos. Pero que no siempre hace necesariamente lo que ella le pide. Ni en materia sanitaria ni en el tema de la deuda externa, los dos asuntos en los que se juega su futuro político inmediato. Cerca suyo, aseguran que nunca avalará el default, a menos que los acreedores externos no le dejen la más mínima alternativa. El final está abierto: el problema es que en el medio estamos todos nosotros.