¿Por qué no hablan Mauricio Macri, Maria Eugenia Vidal y Elisa Carrió? ¿Acaso no tienen nada para decir? ¿Se quedaron sin voz después de la derrota de diciembre del año pasado? ¿O están esperando el momento adecuado para volver al escenario político, de una manera imponente, mientras observan con detenimiento el previsible debilitamiento del oficialismo en el gobierno?
Pasaron seis meses después de las elecciones presidenciales, y la estrategia del silencio parece estar rindiendo sus primeros frutos. Aunque ninguno de los tres reconoce que se trata de una movida conjunta, el primer motivo de su silencio es más que lógico: cualquier cosa que digan; la más mínima palabra que pronuncien, serán puro combustible para Alberto Fernández y los chicos grandes de Cristina. De hecho, la desesperación del Presidente por meter, casi de prepo, en la cancha, a Macri, para tener el enemigo ideal a quien castigar, es más que evidente. Ayer lo demostró al responder una invitación, más que una pregunta, del periodista Gustavo Silvestre. Y antes también lo había hecho, cuando divulgó, de manera imprecisa, una charla privada que había tenido con el expresidente, en la que Macri se puso a disposición, ni bien se declaró la pandemia.
En el caso de Vidal, la decisión de no hablar fue argumentada a los periodistas que la consultaron en privado. Ella piensa que hay que dar un tiempo de gracia y observación para que gobiernen las personas que fueron elegidas por el voto. E incluso ayudarlas, sino se terminan de acomodar en los despachos, o tienen dificultad en comprender algún tema. Mientras tanto, trabaja en silencio para los equipos de Horacio Rodríguez Larreta, y responde consultas basadas en su experiencia en el área de Desarrollo Social. ¿Y Carrió? Lilita dice que está “en reposo, pero atenta”. Observando con detenimiento todo lo que hace el gobierno, por si la hora la requiere para un tiempo que todavía no parece definido. Macri, Vidal, Carrió, más Larreta, junto a figuras que no piensan exactamente lo mismo pero que forman parte de más del 40 por ciento de los argentinos que los votaron, como Mario Negri, Gerardo Morales, e incluso Patricia Bulrich y Miguel Angel Pichetto, son conscientes que después de la pandemia habrá otro mundo y otro país. Y que ellos podrán volver a jugar a pleno, porque consideran que el Frente de Todos es un rejunte por conveniencia, y no una coalición de gobierno con un mismo proyecto de país.