Tengo una información de último momento, un dato que termina de ratificar que a Cristina Fernández no le importa ni el Covid-19, ni nada que no sea ella misma. En este programa lo planteábamos como una hipótesis, suponíamos que ella no solo estaba cobrando su sueldo como vicepresidenta sino también la pensión como viuda del expresidente Néstor Kirchner. Es decir, dos ingresos del Estado, contra lo que sostiene el artículo 91 de la Constitución.

En su momento, nuestra compañera, la abogada especialista en temas de corrupción, Silvina Martínez, había recurrido a la ley de acceso a la información pública, h abía preguntado a la Anses si Cristina recibía los dos cheques. La respuesta tardó, pero llegó este fin de semana, Anses lo confirmó.

Ella, en el medio de una pandemia mundial, con líderes de todo el mundo y también dirigentes y legisladores del país donando parte de sus ingresos para fondos de emergencia, no solo no renuncia a parte de un único salario sino que embolsa dos. Además sigue reclamando, ante la Justicia, que se le pague una jubilación especial como expresidenta. Y todavía más: que se la exima de abonar el impuesto a las ganancias.

Me tomo una licencia en el día del periodista y propongo un ejercicio, uno parecido al que propuso Santiago Cafiero cuando se preguntó "qué hubiera pasado si a esta pandemia la hubiese tenido que enfrentar Macri". Nuestra propuesta es contrafáctica, quizá un poquito más audaz, con la idea de reivindicar el valor de la palabra.

¿Te imaginás qué hubiese dicho Alberto Fernández si no hubiese sido el candidato ungido por ella, no solo sobre las cosas que está haciendo Cristina, sino la que está haciendo él mismo, desde que asumió, en diciembre del año pasado?

¿Qué hubiese dicho sobre la vergonzosa protección que los miembros del Consejo de la Magistratura, que responden al cristinismo, despliegan sobre el juez Rodolfo Canicoba Corral?Esto no me lo imagino. Lo se, hubiera dicho que es una vergüenza. Porque Canicoba es un juez corrupto. Lo sé porque es lo que dijo Alberto varias veces en privado y un par de veces en público.

¿Te imaginás que hubiera dicho Alberto Fernández -si no le debiera tantos favores a Cristina y a los gobernadores- sobre la desaparición y el asesinato de Luis Espinoza a manos de la policía de Tucumán o sobre la embestida de Carlos Zannini para voltear la causa por el encubrimiento del memorándum de entendimiento con Irán? Hubiera planteado salir a la calle para defender la memoria de Nisman y la decisión de no juzgar en Argentina a los autores intelectuales y materiales del atentado contra la AMIA. Y hubiese escrito, como lo hizo alguna vez: "Hasta que el silencio aturda a Cristina".

También, hubiese calificado de patético que el Presidente designara a Zannini, todavía procesado, en la Procuración General de la Nación. ¿Qué hubiera hecho "el Alberto de antes" con Horacio Pietragalla, después de que el secretario de Derechos Humanos pidió la excarcelación del corrupto confeso Ricardo Jaime? Le hubiera exigido la renuncia.

¿Qué hubiera opinado sobre la Reforma Judicial que él mismo está impulsando y que le da a Cristina la potestad de meter a decenas de jueces considerados propios por la ventana, con el objeto de perseguir a todos los que no piensan cómo ella? Hubiera dicho que este proyecto de reforma era un mamarracho.
¿Te das una idea qué hubiera opinado sobre la ampliación de la Corte Suprema para transformar a la actual en un tribunal adicto? No me lo imagino. Lo sé, habría opinado lo mismo que venía diciendo hasta antes del pacto con Cristina: que esta Corte no necesitaba ser ampliada.

¿Cómo se habría pronunciado si a quienes plantean una cuarentena más flexible los estigmatizan desde el Gobierno como cultores de la muerte? Habría declarado que el Presidente que lo dice vive en un mundo paralelo, como le endilgó a Cristina varias veces, cada vez que tomaba decisiones prepotentes o autoritarias, destinadas a hacer callar a la oposición.

¿Qué hubiera dicho Alberto Fernández, el otro, el que no había arreglado con Cristina, sobre la anulación por decreto de la claúsula de movilidad que implica un ajuste para los jubilados, desde la mínima hasta los que más cobran? Hubiese hablando de un gobierno insensible.

¿Qué habría hecho con la delirante reforma que le plantea Juan Grabois o qué habría opinado sobre el impuesto a los más ricos que alientan Carlos Heller y Máximo Kirchner? ¿Cómo habría calificado a Eugenio Zaffaroni, quien acaba de comparar al periodismo y a los periodistas críticos con el nazismo?
¿Y que hubiera dicho el Alberto Fernández de antes del pacto, de un Presidente con una vicepresidenta que todos los días le marca la cancha, se queda con todos los ministerios que importan y con las áreas que manejan más dinero y más poder y que ya tiene casi armada a las listas de candidatos para 2021, con los chicos grandes de La Cámpora ocupando el 80 o el 90 de los lugares?

¿Qué hubiera dicho el profesor universitario humanista, empático, contenedor, de una vicepresidenta que ni una sola vez se manifestó en público a favor, en contra, o comprensiva, frente a una pandemia que tiene al mundo patas para arriba y a la Argentina entre el pánico a que se multipliquen los contagios y una cuarentena que no se aguanta más?

Hubiese esgrimido un argumento psicológico, humanitario, para explicar que a Cristina no le importa absolutamente nada, nada más allá de ella misma, la acumulación de poder, la venganza y la impunidad. Pero ya todos sabemos que este Alberto Fernández no es más el que conocimos antes de acordar con Cristina. Ahora es otro. Y está siendo doblegado por Cristina.

Feliz día del periodista para todos.