Hoy, Eduardo van der Kooy, uno de los periodistas que mejor conoce al Presidente, se pregunta en la tapa de Clarin: “¿Quién manda en el gobierno, Alberto o Cristina?”. Es una pregunta pertinente, porque desde que asumió, el jefe de Estado viene haciendo y diciendo cosas contradictorias. Muy contradictorias. A veces extemporáneas. La mayoría de las veces sorprendentes. Si no fuera un asunto tan delicado, se diría que, algunas de las cosas que afirma y muchas de las cosas que hace, parecen decididas por personas distintas.

Por ejemplo, no hay ningún antecedente, en su trayectoria, que explique porqué Fernández anunció ayer la intervención y eventual expropiación de Vicentín. Ni uno. Al contrario. El Alberto que yo conozco desde hace años, la hubiera cuestionado fuertemente. Habría advertido sobre el ruido que podría hacer –y que de hecho, está haciendo- en la negociación por la deuda. Hubiera utilizado un arsenal de argumentos de su propia cosecha. Uno en especial: la necesidad de mantener el equilibrio fiscal, algo de lo que se vanagloriaba, incluso durante la campaña, recordando su paso como jefe de gabinete de Néstor Kirchner.

¿Qué le pasó al Presidente? ¿Qué le está pasando? ¿Está siendo doblegado desde el punto de vista psicológico por la vicepresidenta? ¿Se cristinizó por miedo, porque no tiene masa crítica para enfrentarla, o por cálculo político? Las respuestas a estas preguntas son urgentes. Después de la pandemia, la tierra arrasada cuya imagen forzó el ministro de cultura y cineasta militante Tristán Bauer se está haciendo realidad. Con una sola diferencia: ya no gobierna Mauricio Macri como para echarle toda la culpa del desastre.

Comentario de Luis Majul en CNN Radio - Una idea en tres minutos