Más temprano que tarde, la dinámica de los acontecimientos está demostrando que la vicepresidenta Cristina Fernández quiere romper el sistema, y que el Presidente no la puede detener. El anuncio de la expropiación de Vicentín es la gota que derramó el vaso. Que ahora quieran presentar como rescate a la amenaza de quedarse con la empresa no implica que el gobierno haya vuelto para atrás.

Tampoco le va a servir para congraciarse con los sectores a los que acaba de atacar. El contexto de la pandemia impide, por ahora, el inicio de un conflicto con el campo como el que se inició en 2008. Sin embargo ¿quién podría asegurar que aquel desastre no se vuelva a repetir, mientras se acumulan más rencores y resentimientos? Aunque una cosa parezca muy lejos de la otra, lo que mueve a la mujer que ungió al candidato a presidente es su convicción de que si no rompe el orden político, no se sacará de encima las causas que la tienen como multiprocesada. Ella y los chicos grandes de la Cámpora no quieren que Cristina termine como Rafael Correa, Evo Morales o Lula: presos o exiliados. Para eso deben seguir el modelo de Nicolás Maduro. Es decir, barrer con todo. Con el Poder Legislativo y el Poder Judicial. También con la prensa crítica. El intento de expropiación de Vicentín no es más que un paso hacia un nuevo orden. Y al jefe de Estado no quiere o no lo puede detener.

columna de Luis Majul en CNN Radio Argentina