"Quedate tranquilo, Schoklender. Aquí nadie va preso", escribió un ingenioso usuario de Twitter ni bien se conoció el veredicto que absolvió al ex presidente Carlos Menem por el delito de contrabando de armas calificado. La sensación de que en la Argentina se puede decir y hacer cualquier cosa sin sufrir una condena -ni judicial ni política- se acrecentó en las últimas horas todavía más, después del controvertido fallo.

 

También se multiplicó la certeza de que el poder, en la Argentina, está lleno de tránsfugas. Menem, como se sabe, pasó de innombrable a aliado estratégico del Frente para la Victoria a partir de un acuerdo espurio que todavía está vigente: el senador juega para el Gobierno en el Senado y, como contrapartida, sus colegas kirchneristas defenderían el uso de los fueros para evitar que vaya preso, en el caso de que lo condenen en alguna de las nueve causas que todavía tiene abiertas.

 

Las verdaderas razones del pacto fueron explicitadas por el diputado nacional por La Rioja Jorge Yoma a un familiar suyo, quien no lograba comprender cómo Menem podía acordar algo con Cristina Fernández, después de tanto supuesto odio mutuo. El familiar me lo repitió para Él y Ella sin modificar una coma: "Carlos no quiere pasar los últimos años de su vida bajo arresto domiciliario. Nosotros, como riojanos y peronistas, tampoco queremos. Y eso es algo que el Gobierno puede evitar facilitando su reelección como senador nacional, para que conserve los fueros. Por otra parte, Cristina necesita que el 20% de votos cautivos que todavía conserva Carlos en La Rioja no se vayan a la oposición, para que su candidato (el gobernador Luis) Beder Herrera gane las elecciones con la camiseta del Frente para la Victoria". El próximo 23 de octubre, si no pasa nada raro, Beder será reelecto, el FpV logrará obtener dos bancas en el Senado y Menem conquistará la otra, de la mano de un partido cuyo nombre parece un chiste: Lealtad y Dignidad.

 

A Menem, ¿lo absolvieron porque no había pruebas suficientes como para condenarlo por contrabando agravado o porque algunos jueces estaban informados de la alianza no explícita entre el riojano y el Gobierno? En una sociedad cada vez más desconfiada, la duda quedará marcada a fuego. Los que participaron del acuerdo original, además de Menem y Yoma, fueron el secretario privado del ex presidente, Ramón Hernández; el gran operador electoral de la Presidenta, Juan Carlos "Chueco" Mazzón; el propio Néstor Kirchner, quien estaba al tanto de todo; y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien jamás negó su respeto y admiración por el ex presidente que destruyó el Estado, hizo de las privatizaciones un gran negocio para él y sus amigos y fue presentado por el kirchnerismo puro como el mismísimo demonio, alguien capaz de hacer daño con sólo mencionar su nombre. Aníbal Fernández fue también, como se recordará, ministro de la Producción de Eduardo Duhalde. Y es el mismo que ahora sostiene que "hay que estar loco para prestarle atención a lo que dice (Sergio) Schoklender".

 

Como también se sabe, Schoklender fue apoyado y contenido por este gobierno hasta hace cinco minutos. Además, se lo pudo ver el último 24 de marzo en un acto en el Mercado Central con el ministro Amado Boudou, la ministra de Industria, Débora Giorgi, el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, y Gabriel Mariotto, como si fuera un cuadro más del gobierno nacional y popular que ahora, como si todo lo anterior fuera poco, se presenta también como el absoluto dueño de la verdad.

 

Al ex apoderado de la Fundación Madres de Plaza de Mayo y principal responsable del proyecto Sueños Compartidos, la administración nacional le entregó -sin licitación ni control previo o posterior- más de 700 millones de pesos y transformó a Meldorek, de la noche a la mañana, en una de las mayores constructoras civiles de la Argentina, casi al nivel de Techint. ¿No había que estar loco antes para entregarle a Schoklender semejante negocio, o la locura consistió en un toma y daca entre el kirchnerismo y el sello de Madres, para protegerse unos a otros en un intercambio de prestigio por apoyo económico para viviendas sociales sin la mínima auditoría?

 

Ahora, Schoklender quiere evitar ir preso. Y la manera que eligió es difundir, con cuentagotas, información que muestra a altos funcionarios del Gobierno al borde del delito. ¿Qué se supone que debemos hacer los periodistas? ¿Ignorar sus denuncias para no perjudicar a la Presidenta antes de las próximas elecciones? ¿Recordar que es un parricida y que supuestamente defraudó la confianza de Hebe de Bonafini, para que otros periodistas que antes investigaban y denunciaban, y ahora asesoran al Gobierno se queden más tranquilos con su conciencia profesional?

 

A la absolución de Menem y de otros, y las amenazas de Schoklender se debe agregar, esta semana, el terrible accidente de Flores. Porque limitar la responsabilidad a la imprudencia del chofer del colectivo que asomó la trompa del vehículo con la barrera a 45 grados, y mientras sonaba la chicharra que indicaba la inminencia del paso de otro tren, es quitarse el asunto de encima con un análisis superficial y con garantías de que el hecho se repita.

 

Como sostiene Enrique Piñeyro, ex piloto y experto en seguridad aeronáutica, se puede considerar que un sistema de seguridad es eficiente cuando reduce el error humano a la mínima expresión. Desde 2003, el Gobierno hizo cuatro anuncios para anticipar la instalación de un sistema de soterramiento para la línea del ferrocarril Sarmiento. Sin embargo, ayer confirmó que estaría terminado sólo dentro de tres años y medio. El soterramiento evitaría tragedias como la del pasado martes 13. Mientras tanto habrá que rezar para que el hecho no se vuelva a repetir.

 

Los anuncios electorales que no se traducen en obras concretas y las promesas incumplidas son, también, parte del "transfuguismo" nacional. Se pueden ganar las elecciones por paliza, pero los periodistas estamos para recordar los errores de gestión y las medias verdades.

 

Publicado en La Nación