Por más que lamento la perspectiva desde la que ahora hace periodismo, debo reconocer que Horacio "El Perro" Verbitsky tiene razón cuando sostiene que los periodistas no debemos ofendernos ni “hacernos los perseguidos” cuando cualquier ciudadano nos critica, nos insulta o nos denuncia con pruebas, aunque sea el mismo presidente de la Nación. “La libertad se ejerce tolerando que otros hagan lo que a nosotros tanto nos gusta hacer”, adoctrinó Verbitsky al recibir el Premio a la Libertad de Expresión otorgado por la Editorial Perfil el lunes pasado.
El periodista de Página 12 quiso poner en evidencia la actual supuesta victimización de algunos colegas al recordar a sus compañeros de la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA), creada por Rofolfo Walsh durante la dictadura más sangrienta de toda la historia. Horacio recordó que en aquella época la dictadura no solo suprimió la libertad de expresión sino también los derechos a la vida y la libertad. También mencionó a los colegas detenidos sin orden judicial ni estado de sitio en 1985, durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Y no pasó por alto la obstinada persecución judicial, política y personal que ejerció Carlos Menem contra él mismo cuando era presidente y no soportaba sus investigaciones, sus denuncias y sus críticas. Todos los que trabajamos directa o indirectamente para evitar que las represalias oficiales lo pudieran perjudicar lo recordamos muy bien. Quizá por eso me de tanta pena que, para justificar la aceptación del premio, haya puesto semejante energía en aclarar que la idea que él tiene sobre el periodismo es antagónica a la de la editorial que se lo concedió. Como si semejante aclaración le pudiera garantizar la comprensión de muchos de sus pares profesionales y políticos, quienes consideran a Perfil y al resto de los medios y periodistas críticos como el enemigo a vencer.
Verbitsky, en efecto, es el periodista que más hizo, desde el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), para minimizar los riesgos del ejercicio libre de la profesión al pelear y conseguir la abolición del desacato y la despenalización de las calumnias e injurias. Después de 2003 también hizo otras cosas, dentro y fuera de Página 12, que son, por lo menos, controvertidas, y que no vale la pena analizar aquí porque todavía no las ha explicado.
Verbitsky también hizo algo muy importante que el gobierno al que apoya con tanto entusiasmo todavía le debe estar echando en cara: defendió, a través del CELS, el derecho de la revista Noticias a recibir publicidad oficial de manera transparente y equitativa, y presentó la denuncia ante el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
Supongo que Horacio conoce muy bien el tema, porque se trata de una discriminación parecida a la que sufrió Página 12 durante los años del menemato, y no difiere del sistema que ahora mismo practica el gobierno contra los medios y periodistas no adictos y los que no formamos parte de un pensamiento único oficial.
Un poco más novedoso y dañino es el método de usar la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) para perseguir a medios y periodistas con el doble propósito de de evitar que publiquen notas y libros y de presentarlos como presuntos evasores, aunque tengan todos sus papeles en orden. E incluso mucho más prolijos que los propios altos funcionarios de la AFIP, el ex presidente Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Fernández.
Claro que no he sido el único sino apenas uno más de los periodistas que hace tiempo venimos siendo insultados, descalificados, agraviados y atacados en desventaja por funcionarios, políticos, filósofos, programas de televisión y de radio con pocos argumentos y muchos adjetivos. Incluso con más constancia y virulencia que en la época de Menem, el ex presidente que consiguió que nos levantaran, junto a otros colegas, un programa en el canal América después de haber mostrado la ya famosa pista de Anillaco. Tampoco debo ser el integrante de la única productora al que se le retira la publicidad oficial de un día para el otro, mientras otras reciben subsidios para contar historias que satisfacen el relato oficial.
Verbitsky tiene razón cuando reclama tolerancia para los insultos y agravios. Pero una cosa es tolerar los insultos y otra muy distinta es permitir y alentar la persecución y descalificación desde instituciones y organismos que dependen del Estado. ¿Qué hubiera dicho y hecho Horacio durante el menemismo frente a la existencia de decenas de programas de radio, de televisión y también de periódicos que no lee nadie pero que hubiesen sido bancados por ese gobierno con el dinero de los impuestos que pagamos todos? ¿Qué hubiera dicho y hecho Horacio si la AFIP se hubiese puesto a perseguir a Página 12 o a él mismo, en la época que integraba Periodistas y antes de la irrupción de la primavera kirchnerista?
Hubiera hecho lo que estamos haciendo algunos de nosotros. Presentar la denuncia penal contra el alto funcionario de la AFIP que reconoció que Ricardo Echegaray me “quiere romper el culo” y a la vez me pidió dinero para una supervisora de la agencia de recaudación que inspeccionaba a la productora. Presentar un recurso de amparo contra la decisión del gobierno de quitar la publicidad oficial a La Cornisa Producciones. Y seguir haciendo periodismo con datos y precisión, aunque no sea una etapa propicia para denunciar o investigar porque los bien ganados votos de Cristina parecen taparlo todo.
Publicado en El Cronista