Hace más de 40 años que trabajo como periodista. Escribí varios libros de investigación donde se revelaron decenas de casos de corrupción. Con nombre y apellido. Jamás fui condenado por publicar un dato falso. Durante los últimos diez años, tuve que dedicar parte de mi energía en defenderme de acusaciones falsas. Me acusaron de evadir impuestos. Fui ampliamente sobreseído. Intentaron silenciarme quitándome, de un día para el otro, la misma publicidad que recibían todos los medios. No pudieron. La Corte Suprema terminó fallando a nuestro favor, lo que sentó un precedente en la materia. He recibido acusaciones tan delirantes que fueron desestimadas in límine. He soportado campañas públicas de intimidación que incluyeron pegatinas ilegales de afiches, especiales en televisión, amenazas en mi teléfono personal e intentos de agresiones físicas. Las denunciamos ante la justicia, como corresponde.
El abogado de Hugo Moyano, Daniel Llermanos, ya me había acusado, en varias oportunidades, de los mismos supuestos delitos delirantes por los que dicen va a pedir mi detención: ser parte de una red de espionaje para atacar a su cliente. Fui sobreseído. Repito: ya fui sobreseído en todas las instancias. La última, en octubre del año pasado. El fiscal Ramiro González y el juez Ariel Lijo y los camaristas federales dejaron bien en claro que no habíamos cometido ningún delito. Ni el más mínimo. Al contrario. Insistieron en que estábamos cumpliendo con nuestro trabajo de manera honesta. Ahora el mismo Llermanos quiere meternos por la ventana en una causa que huele a podrido.
Para que nadie se confunda o dude, quiero decirte a vos, que me venís siguiendo, desde hace tantos años, que no conozco a ninguno de los imputados ni detenidos por supuesto espionaje ilegal. Repito: no los conozco, los se quienes; jamás me contacté con ellos para pedir ningún tipo de información.
Pero también quiero que sepas que recibir información de cualquier fuente, repito, de cualquier fuente, es el trabajo esencial de un periodista. Y también es irrenunciable la protección y reserva de las fuentes de información. Irrenunciable. Está en la Constitución. Y es parte de la base del sistema democrático.
Por otra parte, si Lanata, Wiñazki y yo fuésemos espías, como sostiene el ventrílocuo de Cristina Fernández, Oscar Parrilli, seríamos unos espías muy malos. Las graves causas de corrupción contra Hugo Moyano empezaron en 2011. Y las de Cristina Fernández en 2008. Ambos gozaban de un poder desmesurado. El mismo poder del que gozan ahora y con el que pretenden meternos miedo.
Somos muchos y muy fuertes.
No mentimos.
No hacemos operaciones.
No somos como ellos.
No lo van a lograr.