¿En qué se parecen Donald Trump, Jair Bolsonaro, Alberto Fernández y Cristina Fernández? En que desprecian, atacan e intentan humillar a los periodistas y a los medios que no son “del palo”. La última y deplorable acción del presidente argentino fue compartir un tuit en el que un usuario no solo se burla de Diego Leuco mientras reproduce parte de la entrevista que le hizo a Santiago Cafiero; también reprodujo los ruidos de las piñas editadas con las que, supuestamente, el jefe de gabinete le habría ganado la “contienda”.
El periodista solo había puesto en contexto el brutal asesinato de Fabián Gutiérrez. Hoy, a las 8 y media de la mañana, Diego Leuco le respondió al jefe de Estado así. “Qué tristeza verlo, señor Presidente, tan violento. Qué tristeza que su reacción ante una discusión ética entre un periodista y un ministro sea responder con trompadas. Qué tristeza y qué desilusión deben tener los que creyeron en su moderación. Qué lástima que tan rápido Cristina haya logrado anularlo por completo, si es que alguna vez tuvo la intención de diferenciarse del salvajismo”. Leuco lo acusó de cruzar un nuevo límite.
El límite que ya cruzaron, más de una vez el presidente de Brasil, el de los Estados Unidos y la vicepresidenta de la Argentina. Los ejemplos son tantos y tan escandalosos que sería redundante recordarlos aquí. La violencia, aunque sea retórica, la intolerancia, la persecución, no tiene nada de progresista. Y cuando vienen de arriba, lo que hacen es alentar a la militancia, y exacerbar las conductas más violentas. Los ataques que estamos recibiendo los periodistas casi todos los días son productos de esa conducta. El Presidente que venía a cerrar la grieta de está transformando en el jefe más sacado de uno de los bandos en pugna. Y una cosa más: al final del día, se le terminan viendo los hilos a los títeres a Bolsonaro, Trump, Alberto o Cristina. Quieren manejar la agenda pública. Los temas a discutir. Quieren hacer desaparecer de los diarios el crimen de Fabián Gutiérrez, porque era el secretario privado de Néstor y Cristina, se hizo multimillonario, y lavó millones de dólares, igual que el otro secretario privado, Daniel Muñoz. Pero la verdad no puede desaparecer como por arte de magia. Siempre, tarde o temprano, se impone. Ojalá que el Presidente argentino se dé cuenta, recapacite y pida disculpas sinceras, antes de que sea demasiado tarde.