Es probable que Alberto Fernández haya cometido un pecado muy recurrente en la dirigencia política: haber tenido demasiada confianza en sí mismo. Haber pensado que, al aceptar ser candidato primero y obtener el cargo de presidente después, podría cumplir la promesa de quitarle de encima a Cristina Fernández sus causas judiciales, obtener su reivindicación, y pasar a la historia como el hombre que terminó con la grieta. Es posible también que haya soñado, con cierta ingenuidad, con fundar una corriente política parecida a la que lideró Raúl Alfonsín, basada en la defensa irrestricta del sistema democrático y en los valores de una República de iguales.
A casi 8 meses de haber asumido, golpeado por el acecho constante de Cristina Fernández, los estragos de la pandemia y un acuerdo con los acreedores privados que no se termina de cerrar, Alberto Fernández debe estar pensando en cómo salir de esta encerrona. Cristina, La Cámpora y dirigentes como Hebe de Bonafini, y Juan Grabois, por citar solo a un par, lo empujan todos los días un poquito más hacia el abismo. Los gobernadores, que iban a ser sus grandes aliados, hacen mutis por el foro. El Presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, intenta ayudarlo, pero sin involucrarse demasiado. Cristina, Máximo y Axel Kicillof se van despegando, sin demasiado inconveniente, como si no formaran parte del oficialismo y del gobierno. Como si no fueran parte del gran problema, sino candidatos de la futura solución.
A este ritmo de desgaste, el jefe de Estado va a terminar siendo rescatado por la oposición. Se equivocará una vez más Alberto Fernández si se apura a interpretar el pedido de intelectuales, empresarios y políticos bajo el lema “Unidos en la diversidad” como una jugada de la oposición para quitarle poder. La que lo está esmerilando con una intensidad y una velocidad de enormes proporciones es su vicepresidenta, a la que no parece importante nada de nada: ni la pandemia, ni la economía, ni los ricos, ni los pobres ni el presente ni el futuro. Solo Ella misma, aunque el mundo explote bajo sus pies.