Durante todo el fin de semana no dejaron de preguntarnos: “¿Por qué Cristina Fernández, si es progre y de izquierda, banca a Sergio Berni, que es más de derecha que Patricia Bullrich, y encima machirulo, y una mezcla de Rambo con el Hombre del Rifle?”. La respuesta es sencilla: la vicepresidenta está pensando en las elecciones legislativas del año que viene.
Porque, en su construcción mental, los votos que el ministro de Seguridad podría aportar en la provincia de Buenos Aires son muy valiosos. Doblemente valiosos, se podría decir: para captar a los indecisos que ven a Axel Kicillof como demasiado tolerante con el tema de los presos, el narcotráfico y los derechos de las víctimas y para detener el drenaje de votos que por esa vía podrían dirigirse a Juntos por el Cambio. Es decir: bonaerenses que a María Eugenia Vidal la siguen viendo como alguien que peleó y de vez en cuando ganó contra los narcos y los violentos.
La ecuación de la vicepresidenta tiene dos problemas. Uno: que más allá de su discurso, la gestión de Berni en seguridad no parece muy efectiva. Y dos: histriónico y aparatoso como se muestra, genera más conflictos a resolver que soluciones prácticas de problemas complejos. Para muestra basta un botón: la descoordinación entre Nación y provincia es ostensible, impacta en el aumento de los delitos y, como si esto fuera poco, está muy mal vista por la mayoría de la sociedad.
Es más: Berni pudo haber perdido parte de su apoyo y buena imagen entre los bonaerenses que repudian el narcotráfico, con su defensa tan cerrada y tan poco argumentada al intendente Mario Ishi. Para las elecciones del año que viene falta un montón, pero los analistas ya están afinando el lápiz para ver hacia donde cae la moneda. Y Cristina Fernández también.