En una semana, Cristina Fernández será reelecta con el mayor porcentaje de votos obtenido desde 1983, cuando Raúl Alfonsín superó a Italo Lúder con más del 51 por ciento de los votos. Es probable que también logre el record de la mayor diferencia por sobre el segundo que jamás se haya obtenido desde que se vota en el país. Pero, ¿qué habría pasado si Néstor Kirchner no hubiera muerto? En octubre de 2010, la Presidenta tenía una intención de voto del 12 por ciento, Kirchner poseía un 10 por ciento, Mauricio Macri lo seguía con el 5 por ciento y Ricardo Alfonsín con el 4 por ciento. En noviembre del mismo año, inmediatamente después de la desaparición física de su compañero, la intención de voto a presidente de Ella se disparó hasta el 32 por ciento. A partir de ese momento no bajó más. Al contrario. El voto "emoción" se sumó a la parálisis y fragmentación de la oposición y entonces Cristina se transformó en una viuda blindada, indestructible e inalcanzable. Días antes de su infarto masivo, Kirchner había sacado carpiendo al ministro del Interior, Florencio Randazzo, quien le había pasado encuestas que lo mostraban con menos votos que su esposa. "Flaco. No me hinchés las pelotas. El candidato voy a ser yo y no hay nada más que hablar", le dijo, antes del final.
Macri, Alfonsín, Eduardo Duhalde, Alberto Rodríguez Saá y Elisa Carrió esperaban con ansiedad que oficializara su candidatura. La resistencia que generaba su desgastada figura era casi ideal para favorecer a una oposición alternativa. Su muerte, políticamente perfecta, como la definió el encuestador Julio Aurelio en uno de sus escritos, provocó varios efectos a la vez. Se llevó casi todo "lo peor del modelo": los escándalos de corrupción, la lucha cuerpo a cuerpo contra el Grupo Clarín, la imagen de un hombre autoritario y ambicioso que usaba a su mujer para acumular más poder, y las sospechas sobre su enriquecimiento ilícito que nunca se terminaron de despejar. ¿Habría ganado el gobierno igual, si Néstor hubiese sido el candidato? Es imposible asegurarlo. Sí se puede aventurar que las medidas progresistas como la Asignación por Hijo y la incorporación al sistema jubilatorio de cientos de miles de argentinos a los que antes le pedían innumerables requisitos ya venían frenando el descenso en las encuestas y generando una recuperación sostenida de la administración después de la abrupta caída que experimentó debido a su pelea con el campo y parte de la clase media. Pero en aquel escenario, Kirchner ganaba en primera vuelta, Macri aparecía segundo, relativamente cerca, y el oficialismo corría el riesgo de perder en segunda vuelta, con porcentajes tan finos que servían de fuerte aliento a casi toda la oposición. La muerte de Néstor, inmediatamente, trasladó los votos propios del expresidente a su viuda. Además, la empatía que produjo en toda la sociedad su luto público, la exhibición masiva de su dolor y el ensamble que hizo Ella de su angustia con los datos positivos de su gestión mientras la oposición permanecía confundida y minimizada la terminaron de catapultar hasta más del 50 por ciento de los votos que obtuvo en las primarias.
Si se quisiera comprender de verdad qué está pasando, no se deben minimizar los aciertos de la administración con el argumento de que la bonanza económica y el abrumador triunfo electoral se deben al "viento de cola". Ese gobierno ha sabido comunicar sus buenas acciones y amplificarlas con un marketing electoral muy efectivo. Cristina Fernández está demostrando que es capaz de conducir al Estado y al peronismo con acciones concretas y sin gritos. La Presidenta, desde que murió su compañero, ha tenido la astucia de atacar a quienes considera sus enemigos sin "despeinarse" ni desgastarse en forma personal. No lo podría haber logrado si Kirchner no se hubiera muerto hace casi un año, porque la omnipresencia de su jefe político no la habría dejado "expandirse" con todo su potencial. Ella, por fin, está haciendo historia, entre otras cosas, gracias a que Él no está más. Y esto es algo tan evidente y definitivo como la vida y la muerte.
Publicado en El Cronista