El acuerdo con los bonistas favorece al presidente y perjudica a la vicepresidenta. Es porque pone de manifiesto el fracaso de su discurso radicalizado, y el principio del triunfo del sentido común. Es más: ilustra cada vez más y mejor la importancia de los datos, por encima del relato. Ayer, en Mirá, Martín Tetaz terminó con la falsa idea de que el kirchnerismo había provocado desendeudamiento y el gobierno de Macri un endeudamiento diabólico.
Tetaz recordó que Cristina Ferández le dejó a Macri una herencia explosiva: 200 mil millones de dólares de deuda con un déficit primario de 5 puntos sobre el PBI. Ahora, lo que debería seguir haciendo Alberto Fernández, es dejar de devaluar todos los días la palabra presidencial. Y por supuesto, presentar un plan económico sostenible. Es decir: algo muy distinto a la emisión monetaria descontrolada y la suba del gasto que se viene produciendo desde que asumió. Cristina es una líder tóxica. Es Rodolfo Tailhade y Oscar Parrilli. Es Luis D'elía y Pablo Moyano. Es Cristóbal López y Hebe de Bonafini. Es Lázaro Báez y Gregorio Dalbón. Es Carlos Zannini y Amado Boudou. Si Alberto Fernández es otra cosa y no una terminal más de la vicepresidenta debería demostrarlo cuanto antes, porque el capital político que acumuló durante la pandemia se le viene diluyendo día a día. El Presidente, en un chat del gabinete, arengó: "no dejemos que nos dividan". Al fin y al cabo se lo debería pedir, o exigir, a la vicepresidenta en ejercicio.