Ayer, en La Cornisa, tuvimos la oportunidad de hacer un programa histórico: pudimos desarmar, en vivo, una compleja y sucia operación judicial y mediática que tenía por objetivo meternos presos. No es que nosotros seamos tan importantes. El problema está en la operación propiamente dicha. La denominamos “Operación Pirincho” por el alias de una periodista de América TV al que le adjudicaron vínculos espúreos con un ex agente de inteligencia.
La semana pasada se supo que Pirincho no era yo, sino un productor y movilero a quien no vamos a identificar, para resguardar su seguridad. Los responsables de lo que ya denunciamos en la justicia como una asociación ilícita usaron recursos ilegales: un juez flojo de papeles al que presionaron hasta donde pudieron; una causa armada, manipulada por el mismo juez, para meterme adentro del expediente, aunque no tuviera nada que ver, ni de lejos, con los hechos; un conductor de un programa de tv procesado por extorsión y con dos sentencias firmes por haber publicado información falsa, quien, junto con el abogado que les vendió la solución a Cristina Fernández, Cristóbal López y Hugo y Pablo Moyano, participó, desde el inicio, del armado de la maniobra.
Cuando terminó el programa, cientos de personas escribieron para felicitarnos, como si lo que acabamos de denunciar fuera un problema personal. La pregunta correcta que hay que hacerse es: si se animaron a pergueñar semejante tramoya sin reforma judicial ¿qué podrían hacer con la llegada de cerca de cerca de 600 nuevos jueces adictos a lo largo y a lo ancho de la República Argentina? Insistimos: el problema no soy yo. La libertad de todos es lo que está en peligro.
Columna de Luis Majul en CNN Radio