El 20 de mayo de 2014, a raíz de una denuncia de La Cornisa sobre la falta de control en la recaudación de las máquinas tragamonedas del Casino de Palermo de Cristóbal López, Chequeado presentó algunos datos que marcaban el crecimiento exponencial del juego, a partir de 2003, cuando asumió Néstor Kirchner. Además de esa fuerte y preocupante tendencia, el sitio publicó un ranking con la facturación de los principales grupos.
Tomado del libro de Ramón Indart y Federico Poor, “El Poder del Juego”, ya entonces Casino Club, de Cristóbal López, dominaba más de la mitad del mercado, seguido, muy de lejos, por el Grupo Codere y más atrás todavía, por el Grupo Boldt. La denuncia de Olivetto cayó en el Juzgado de Rodolfo Canicoba Corral. Estaba muy bien fundamentada en base a otro dato sencillo: las tragamonedas estaban conectadas entre sí, pero fuera de del control de la AFIP, de Lotería y de cualquier organismo del Estado. Así, López y sus socios habrían ocultado la verdadera recaudación por miles de millones de pesos.
¿Adivinen que hizo Canicoba Corral? Tomó el expediente, pidió una auditoría externa con resultados muy convenientes para Cristóbal y cerró la causa sin haber realizado una investigación profunda. Antes de eso, Canicoba había hecho otra cosa muy rara: me llamó y me invitó a tomar un café, fuera del expediente, para pedirme “un consejo” sobre cuál debería ser la organización que se ocupara de la auditoría externa. Por supuesto, mi respuesta fue que no me sentía capacitado para aconsejarlo, y que ese era su trabajo, no el mío. Cuando días después le pregunté por qué había cerrado la investigación tan rápido y con una pesquisa tan superficial, intentó convencerme de que la había basado en una subgerencia que nunca le había hecho.
Esta breve anécdota sirve para retratar el poder de López, y la conducta de Canicoba, a quien, por esos días, le adjudicaron haber perdonado a Cristóbal a cambio de un favor oficial: el nombramiento de su hijo Emiliano en un juzgado del partido de San Martín. Su pliego entró en el Senado una semana antes de la visita de su padre al ministerio de Justicia. Ignoro los méritos del hijo de Canicoba, y probablemente los tenga.
Vos, que estás del otro lado, te preguntarás porque te cuento esto hoy, el día en que la radio cumple 100 años. Porque la radio es emoción, pero también información, investigación, memoria y perfume de época. El perfume de época del kirchnerismo, más allá del relato, también se puede sintetizar con lo que se discute en el día de hoy mismo, en el medio de la pandemia. Es decir: el permiso para “timbear” en los tragamonedas de Cristóbal y otros empresarios del juego en Chubut, la provincia con menos días de clases en los últimos dos años en la República Argentina. Y el rechazo de la Nación al pedido de la Ciudad para abrir aulas de muy pocos alumnos que durante la pandemia no pudieron conectarse a través de internet. Ambas decisiones también demuestran que la vieja agenda de intereses del kirchnerismo no terminó con la muerte del expresidente Néstor Kirchner.
Hoy Cristóbal López, además de muchos casinos, tiene una señal de televisión que usa para vengarse de quienes lo investigamos desde 2009, cuando publicamos el libro El Dueño. La misma señal donde hoy trabaja Víctor Hugo, el gerente de marketing de aquel libro de investigación que vendió cientos de miles de ejemplares. Morales será recordado por ese torpe ataque, y también como el periodista de la doble moral, quien pasó de ultra-anti-kirchnerista-furioso a hiper-kirchnerista-blindado en menos de 48 horas. Hay una línea de tiempo y de intereses que une a todos los actores: Néstor, Cristóbal, Cristina, los casinos, C5N y también el presidente Alberto Fernández, quien se acaba de negar a explicar en qué contexto trabajó con el empresario del juego. El mismo empresario que sigue procesado por evasión fraudulenta contra el Estado de casi mil millones de dólares, según la denuncia. Pobre Argentina. Y feliz día de la radio para todos.