No habrá pesificación de los depósitos en dólares. No habrá tampoco, en los próximos días, ninguna medida estrambótica, como el “congelamiento” de las importaciones que se prolongó durante tres horas, el jueves pasado. Habrá, sencillamente, un compás de espera para determinar si la brecha entre el dólar “oficial” y el “dólar paralelo” se puede ir achicando, o si lo que conviene es, al final, dejar que el tipo de cambio suba, de manera considerable, para después ponerlo en su sitio, y que los oportunistas entiendan que el Banco Central tiene los dólares suficientes como para “bancar la parada”. Esto es lo que sostiene un alto funcionario que habla con miembros del equipo económico. Y esto último fue lo que hizo Martín Redrado hace tres años, el 31 de octubre de 2007, cuando debió utilizar 525 millones de dólares en un día para detener una corrida que podía haber terminado en una abrupta devaluación. ¿Por qué no se eligió antes esta estrategia y se evitó, así, la incertidumbre que hoy domina al mercado cambiario y a una buena parte de la sociedad? Porque entonces, a pesar de que no se lo consideraba “tropa propia”, Néstor Kirchner sabía que, en el fondo, Redrado sabía lo que hacía. Y porque el presidente del Banco Central defendía la autonomía de sus decisiones, y resultaba menos permeable que Mercedes Marcó del Pont. De hecho, aquel día de furia, Redrado le devolvió el llamado al ex presidente después de las cuatro de la tarde, cuando la rueda ya había cerrado y él ya había tomado la decisión de vender todos los dólares que fueran necesarios.
¿Es, el de ahora mismo, un problema estructural o solo de tipo cambiario y pasajero? Depende de cómo se lo mire. Lo es, en tanto síntoma de otro asunto más grave: el crecimiento sostenido de la inflación. Y lo es también, si se analiza con detenimiento cómo funciona el sistema de toma de decisiones del gobierno que preside Cristina Fernández. Un par de escenas del pasado sirven para entender de qué estamos hablando. La primera sucedió entre octubre y diciembre de 2007, en Olivos, cuando la entonces presidenta electa se reunió con Kirchner, el entonces jefe de Gabinete y el entonces ministro de Economía, Miguel Peirano. En el medio de la charla, Cristina Fernández frenó en seco a Peirano cuando éste lo sugirió que para seguir creciendo y evitar futuras crisis, se debía revisar toda la política de subsidios y normalizar el Instituto de Estadísticas y Censos (INDEC). “Esas son decisiones que le corresponden a la Presidenta. Y me acaban de elegir para eso”, lo limitó. Peirano, un hombre considerado honesto y muy profesional, decodificó el mensaje en pocos segundos y le respondió sin sobresaltos: “Entiendo. En este caso, lo mejor es que le deje las manos libres. Tiene mi renuncia a su disposición”. Kirchner y Alberto Fernández intentaron disuadirlo. Sin embargo Peirano se mantuvo firme y tuvo el buen gusto de confirmar su renuncia recién cuando se anunció, de manera oficial, el nombre de su reemplazante.
Otra fue cuando el entonces ministro Martín Lousteau y Guillermo Moreno discutieron por el subsidio específico a la producción de la leche y Kirchner laudó la diferencia partiéndolo por la mitad. Ambas situaciones demuestran que a veces, las grandes decisiones que pueden afectar la economía del país, se toman de acuerdo a cómo se haya levantado ese día la máxima autoridad. Sucedió con el ex presidente en su momento y pasa ahora también con la Presidenta. Fuentes del propio gobierno que no participan de la nueva interna sostienen que Cristina Fernández “bancó”, en un principio “la solución Moreno” porque fue el funcionario que con mayor energía la planteó junto con el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray. Pero ahora, aseguran, está convencida de que lo mejor es dejar de tomar “medidas compulsivas” y enviar al mercado señales de racionalidad.
Durante la última semana, el ministro de Economía, Amado Boudou, solicitó a ejecutivos de los principales bancos privados que le enviaran, vía mail, un diagnóstico de las restricciones para comprar dólares. Todos ellos fueron lapidarios. Auguraron, para los próximos días, una fuga de depósitos en dólares más veloz y mayor que durante las dos últimas semanas. ¿Se habrá animado a mostrárselos el viernes pasado a la primera mandataria? Es probable que, durante el último encuentro con la presidenta, Boudou haya sido “reprendido” por no haber defendido en público las decisiones de Marcó del Pont, Moreno y Echegaray. Sin embargo, es más probable todavía que el vicepresidente electo la haya convencido de que aquellas decisiones no sirvieron para nada. De cualquier manera, unos y otros le vendieron a Cristina Fernández la idea de que se trata de un “cuasi golpe de mercado” inducido por los grandes jugadores. Un miembro del equipo económico asegura que posee datos oficiales. Y que ellos demuestran que solo el 35 por ciento de los que demandan dólares hacen compras de menos de 10 mil dólares. “El resto corresponde a bancos y empresas que no son ni pequeñas ni medianas”, informó. Lo que no dice es que miles de jubilados, trabajadores en blanco y en negro e incluso empleados del Estado que votaron a Cristina con entusiasmo también están buscando la manera de no licuar sus ahorros cambiando pesos por dólares, con o sin la autorización de la AFIP.
Publicado en El Cronista