(Columna publicada en Diario La Nación) A diferencia de Alberto Fernández, Cristina Fernández es determinada. Muy determinada. Sabe lo que quiere. Y como conseguirlo. Además, posee una mirada sobre el futuro. No solo sobre donde pararse en las legislativas del año que viene. De acá a varios años. El Presidente, en cambio, tiene la cultura política del “operador”, el “lobista” o el “negociador” entre partes enfrentadas. Es, por qué no decirlo, un fiel representante “argento” del “vamos viendo”. Todo lo anterior es una descripción, sin consideraciones éticas ni morales. Es más: las características esenciales de una y del otro, combinadas, les sirvieron, a ambos, para “inventar” una gran “bolsa de gatos” y de oportunistas, denominada Frente de Todos, y ganar una elección.
El gran problema, para los argentinos, es que esta mezcla no sirve para gestionar. Y menos aún para gobernar con un plan estratégico, y con el mínimo consenso de toda la dirigencia política. No nos vayamos demasiado para atrás. Analicemos el desbarajuste de las últimas horas. ¿Quién gobierna la Argentina? ¿Quién manda, en el mejor sentido de la palabra? ¿Quién marca la orientación, el rumbo a seguir, los grandes lineamientos de la gestión? Por ejemplo, a las tomas de tierras en el conurbano, en Villa Mascardi, en Entre Ríos, en el Partido de la Costa, y a lo largo y a lo ancho del país, el gobierno ¿las alienta? ¿O las condena y las castiga? Porque, acaso Juan Grabois, el “joven brillante” bendecido por el Papa Francisco, que las justifica y las alienta, ¿no es parte del oficialismo? Por ejemplo, la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, a las tomas, las justifica, pero dice que son “un problema de hábitat, no de seguridad”. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof afirma lo mismo. Y comenta, como si el no tuviera la responsabilidad de gobernar: “El Estado debería hacerse cargo”. De paso, vuelve a tirar agua para su molino, cuando sugiere que el déficit habitacional, en la provincia, es exclusiva responsabilidad de Cambiemos. Como si todos los bonaerenses se hubieran vuelto pobres y no tuvieran casa por culpa de María Eugenia Vidal. Sin mencionar que los distritos municipales más pobres, y la provincia, en general, fueron gobernados, durante los últimos cuarenta años, por los mismos peronistas que hoy integran el frente de Todos. Y por detrás, o por delante, por derecha o por izquierda -lo mismo da- aparece su ministro de Seguridad, Sergio Berni, amenazando con meter preso al primer ocupa que vea. Y jura que todas las noches sus hombres desbaratan dos o tres intentos de toma. Bien. Una pregunta pertinente es: ¿cómo sabemos que no nos está mintiendo?
El ministro es muy afecto a subir videos sobre cualquier cosa, empezando por su propio entrenamiento físico mientras cumplía el protocolo de aislamiento por el COVID. ¿Dónde están los registros visuales de sus operaciones? Y si en efecto las hace ¿no estaría contradiciendo a su propio gobernador y a la ministra de seguridad nacional, quienes lo ven a las usurpaciones más como un problema social o antropológico? O lo que están haciendo, entre todos, y coordinados, es burlarse de nosotros mientras preparan una oferta electoral que abarque a la izquierda dialéctica que representa Kicilllof con la derecha más recalcitrante que expresa Berni? Burlarse de la oposición y del resto de la sociedad es muy propio de los principales referentes del Frente de Todos. Lo hizo hace pocos días Oscar Parrilli, el senador nacional al que nadie toma en serio, pero que expresa como pocos los deseos de Cristina Fernández. Se burló cuándo, al quitar la claúsula que atacaba a los medios del proyecto de reforma judicial, y en plena sesión, se quiso hacer el gracioso así: “Ehhh ¿Cómo se tragaron anzuelo… ¿eh? Se lo tragaron con caña y todo… ¿ehhh?” No debería sorprender a nadie. Es la misma persona a la que la vice puso al frente de la inteligencia de la Argentina. El mismo individuo quien, junto con Carlos Beraldi; abogado de Cristina y de Cristóbal López; el diputado nacional Rodolfo Tailhade; el defensor de Pablo y Hugo Moyano, Daniel Llermanos, y un periodista de C5N procesado por extorsión y condenado en dos oportunidades por publicar información falsa, arma causas con datos y acusaciones falsas para lograr la impunidad de la expresidenta, el empresario y los sindicalistas.
Pero lo que pasa con las tomas se puede extender al escándalo en Diputados. Porque ahora, Sergio Massa, presionado por Cristina y su hijo Máximo Kirchner, desconoce un acuerdo de consenso al que se había llegado con la oposición, y quiere seguir sesionando de manera virtual, aún sobre temas tan controvertidos como la reforma judicial o el ajuste en los haberes jubilatorios que se vienen. Y la anomia en el gobierno se expresa también cuando dirigentes políticos pasan por encima de la ley con una naturalidad pasmosa. El ejemplo más notorio es el de la propia vicepresidenta, quien en los últimos días “dictaminó”, que “no le corresponde” pagar ganancias sobre su pensión graciable como viuda del ex presidente Néstor Kirchner. El otro es Pablo Moyano, quien resolvió, por consejo de su abogado, no presentarse a indagatoria hoy, aunque se lo acaba de ordenar el titular de la Unidad de Coordinación para el crimen organizado en Lomas de Zamora, Sebastián Scalera. Quizá Llermanos, deduzca que vale más una foto con el presidente en la quinta de Olivos después de comer un asado que la orden de un fiscal para ampliar declaración indagatoria de su cliente. Por lo demás, Pablo Moyano no está acusado de un delito menor. Está imputado como jefe de una asociación ilícita formada para defraudar a Independiente, el club del que sigue siendo vicepresidente. Todas estas cuestiones vienen impactando, de forma negativa, y negativa, en la imagen del presidente de la Nación. En cambio no parecen afectar ni un poco a la de la su vice.
El diputado nacional Alvaro de la Madrid, quien vivió la mayor parte de su vida política en Santa Cruz, dice que si la oposición no evitan que se apruebe la reforma judicial, ésta será el punto de partida para el “master plan” de impunidad y eternización cristinista “durante los próximos diez, veinte o treinta años”. “Detrás de la reforma judicial vienen la reforma electoral y la reforma de la Constitución, como hicieron en Santa Cruz”, dijo, la semana pasada. De la Madrid cree que “Cristina lo eligió a Alberto Fernández para ganar la elección y así evitar ir presa”. Que ahora “para evitar una futura detención, tiene que poner patas para arriba a toda la justicia”. Que si pasa la reforma judicial “impondrán una reforma electoral, que le permitirá el cristinismo ganar una elección perdiendo, como pasó con Alicia Kirchner, quien sacó solo el 26 por ciento de los votos”. Que enseguida vendrá la reforma constitucional “para poder decir que (el fiscal Alberto) Nisman se suicidó, que a (Santiago) Maldonado lo mataron, que los periodistas tienen que ir presos y que el de Fabián Gutiérrez es un crimen pasional”.
Lamadrid tiene varias teorías más. Que Cristina, a Alberto, no lo necesita más. Que en el fondo, lo sigue odiando, igual o más que a Massa. Que los va a descartar como quien se saca de encima una basurita, como hicieron con Carlos Sancho, Sergio Acevedo y Daniel Peralta, los gobernadores que puso a dedo el kircherismo para ganar la provincia de Santa Cruz. Que lo está preparando a Máximo para que sea presidente en 2023, pero que antes lo va a poner como jefe de gabinete para que la sociedad pueda asimilar su candidatura “como un paso natural”. Le preguntamos: ¿No será mucho? Nos respondió: “Miremos lo que pasó. Nos pueda servir para entender lo que puede pasar, y ayudar a evitarlo”.