En su última y exquisita novela, el escritor japonés Haruki Murakami, mencionado como candidato al Nobel de Literatura, imagina un universo paralelo, situado en 1Q84, con dos lunas en lugar de una y ligeros e imperceptibles cambios con respecto al mundo real. La historia se desarrolla en Tokio, en 1984. Los protagonistas son personajes complejos y sutiles, impregnados de poesía. En especial Aomame, una instructora de gimnasia que además se dedica a asesinar maridos violentos, y Tengo, un profesor de matemática y novelista amateur que termina envuelto en una complicada trama de crímenes y venganzas sólo por haber aceptado ser el escritor fantasma de La crisálida del aire, el texto de ficción que revela la existencia de 1Q84. Terminé de leer el último trabajo de Murakami con la misma "urgencia" y "desesperación" con que leía cuando era niño. Les quité tiempo al sueño y a otras "obligaciones", y no me arrepiento. Ya pasaron dos semanas desde que leí la última frase del último libro de la novela 1Q84 -son, en total, tres- y el perfume de ese universo paralelo todavía persiste, nítido, como los buenos sueños que se acaban de soñar y se recuerdan casi completos durante el desayuno.
Con menos literatura y más voluntarismo y prepotencia, al gobierno de la Argentina le pasa algo parecido. Vive en un mundo paralelo, levemente distinto al que habitamos los demás. Sólo que en vez de Aomame y Tengo, los protagonistas son menos amables y sus decisiones impactan en la vida de toda la sociedad. Se trata, entre otros, de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, que lucha contra los datos de la realidad y casi siempre consigue imponer su historia de fantasía.
En el mundo paralelo del gobierno nacional, el aumento del costo de vida es apenas la tercera parte del que soportan los habitantes de las provincias reales de Santa Fe, San Luis y Mendoza. La cotización del dólar no oficial no es la que resulta de la oferta y la demanda, como sucede en casi todo el mundo, sino la que les impone Moreno a los dueños de las casas de cambio bajo la amenaza de revelar chanchullos en la operatoria de los últimos días. En el mundo paralelo de acá hay un Instituto de Estadística y Censos, donde la cantidad de pobres e indigentes es un 30% inferior a la que miden organizaciones no gubernamentales, como el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina o la central de trabajadores que responde al oficialismo.
En el mundo paralelo del Poder Ejecutivo Nacional se construyeron más de 800.000 nuevas casas desde 2003 hasta ahora, casi tres veces más que las 280.000 que de verdad se terminaron y entregaron. En el mundo paralelo de Cristina Fernández y sus ministros la encomiable decisión de implementar la Asignación Universal por Hijo es mérito exclusivo del gobierno nacional y popular, a pesar de que la idea original corresponde a otras fuerzas políticas y sindicales. Además, sus efectos, por cierto benéficos, son presentados como casi milagrosos, como si en vez de subsidios a la pobreza se tratara de puestos de trabajo en el mercado formal.
En el mundo paralelo al que podríamos identificar con la letra K, la corrupción no existe, los jueces son buenos sólo si hacen la vista gorda, sobreseen en tiempo récord a funcionarios acusados de enriquecimiento ilícito o persiguen a los enemigos del Gobierno o a dirigentes políticos en condiciones de competir y ganar. En el mundo paralelo K, el ex presidente Carlos Menem puede ser el innombrable y al mismo tiempo un aliado clave para aprobar leyes en el Senado de la Nación. En este mundo de fantasía, el Grupo Clarín puede ser uno de sus mejores amigos y poco tiempo después transformarse en el peor y más dañino de todos sus enemigos. En el mundo paralelo de Cristina Fernández y el ministro de Economía, Amado Boudou, se puede anunciar un presupuesto 2012 con un aumento del 20% para todos los subsidios y días más tarde prometer todo lo contrario, sin que nadie se asombre por semejante contradicción.
En el mundo paralelo de los anuncios oficiales, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, no le pidió a la presidenta de la Nación que el Estado argentino les pague a los bonistas y cumpla con sus obligaciones. En el mundo del gobierno nacional y popular se puede ser progresista facilitando los negocios de la minería a cielo abierto y convalidando con el silencio la represión y la matanza de inocentes en Jujuy y en Formosa.
En el mundo paralelo al que aludimos, todos los periodistas que no apoyan al Gobierno son destituyentes, mercenarios, gorilas y prostitutos. Al mismo tiempo, los comunicadores, artistas y filósofos que cobran del Estado son personas íntegras que defienden el bienestar de la Nación. En el mundo paralelo de Cristina y sus incondicionales, una mente brillante está analizando, ahora mismo, la posibilidad de instalar un Ministerio del Relato. Consistiría en fusionar la Secretaría de Comunicación Pública con la de Cultura para armar una superestructura con un presupuesto multimillonario y un objetivo principal: difundir, a través de películas, libros, diarios, revistas, programas de radio y de televisión, obras de teatro y, por supuesto, las redes sociales, una Historia Oficial, de pensamiento único, que termine de aniquilar cualquier vestigio de crítica o cuestionamiento proveniente del mundo real, que, como se sabe, siempre es más complejo y menos feliz que el mundo paralelo.
El mundo paralelo K se impone sobre el real porque quienes manejan el Gobierno son reconocidos por más de la mitad de los habitantes como los responsables de haber sacado a la Argentina de la crisis de 2001, cuando muchos auguraban la virtual desaparición de la moneda y de las organizaciones políticas y sociales.
En la novela de Murakami, Aomame y Tengo son los únicos que perciben que en el cielo de Tokio hay dos lunas. Una es la que conocemos todos. La otra es más pequeña y amarillenta, y se encuentra pegada a la de siempre. Ellos luchan, a su manera, para regresar al imperfecto mundo real, de una sola luna. Los lectores que sigan los detalles hasta el final ya se enterarán de si lo pueden lograr. Acá, en la Argentina, los choques con la realidad, que se vienen produciendo cada diez años, suelen ser abruptos y traumáticos, aunque todavía hay mucho margen para corregir los desajustes por encima del discurso.
Por cierto: el quite de los subsidios a las empresas y a quienes viven en Puerto Madero, Barrio Parque y countries y barrios cerrados de todo el país es una buena medida y corresponde al mundo verdadero. También sirve para demostrar que, tarde o temprano, la realidad se impone por sobre la demagogia y el cuentito fácil de que vivimos en el mejor de los mundos.
Publicado en La Nación