Ayer, muchos se sorprendieron cuando hablamos del golpe de Cristina Fernández. Un golpe no tradicional. Parecido al que dio Alberto Fujimori en Perú, en 1992, cuando disolvió el Congreso e intervino el Poder Judicial y los organismos de control. Para los que todavía no entendieron, se trata de un golpe contra las instituciones y las personas que no pueden doblegar. Contra la oposición en el Congreso. Contra el Procurador General, Eduardo Casal, y contra los camaristas Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli, entre otros.

Un golpe que podría seguir con el ataque frontal al fiscal Carlos Stornelli y al camarista Martín Irurzun. Un golpe contra todos los magistrados que se atrevieron a sostener la independencia de poderes y no les tembló el pulso para seguir investigando a la vicepresidenta y otros ex funcionarios. Lo único que puede evitar el golpe, el mismo que dieron en la provincia de Santa Cruz bajo la apariencia formal del respeto mínimo por el sistema democrático, es la sociedad movilizada y la información de la prensa. Así que, mientras una parte de los argentinos discuten quiénes rompieron más la cuarentena, si los bares de cerveza en la Ciudad o las ferias al aire libre de la Matanza, a otros nos toca mantenernos y mantener al público informados. Sobre la pandemia, por supuesto. Y más allá de la pandemia, también. Es más: en las últimas horas detectamos que a la vicepresidenta no le importaría ponerse detrás de una mentira original, con tal de evitar su condena y perpetuarse en el poder. ¿La causa del espionaje ilegal en Lomas de Zamora fue abierta por el juez Federico Villena a partir de la mentira original de un narcotraficante, Sergio “Verdura” Rodríguez, y Cristina lo sabía? Por lo pronto, ni Cristina Fernández, ni su abogado y el de Cristóbal López, Carlos Beraldi, ni Oscar Parrilli, ni Rodolfo Tailhade, ni Pablo Moyano, ni Daniel LLermanos, ni el periodista de C5N procesado por extorsión y condenado en dos oportunidades por dar información falsa; es decir, todos los que aseguraron o dieron por sentado que yo era Pirincho, se rectificaron ni me pidieron disculpas por adjudicarme la identidad de otra persona.

Lo repetiré cada tanto, hasta que se dignen a reconocer su error y su mentira. No soy ni me dicen Pirincho. Se confirmó que Pirincho es un periodista y productor de América TV, a quien me parece ridículo ponerle el mote de espía orgánico o inorgánico. No conozco ni conocí a ninguno de los ex espías que aparecen en la causa del presunto espionaje ilegal. Aunque Cristina le dio a la denuncia una relevancia inusitada y avaló esta y otras mentiras, seguiré insistiendo, ante la justicia y los medios, para que admitan la falsedad, de cara al resto de la sociedad. Porque los países libres y fuertes no se construyen a base de mentiras. Por encima de la grieta, la mentira siempre será mentira. Y la verdad siempre será verdad. Por cierto: Golpe a golpe; verso a verso es el estribillo de una canción de Joan Manuel Serrat, cuyo título es “Cantares” y se basa en un poema del mismo Serrat y Antonio Machado, publicado en el año 1969. Termina así: “Caminante no hay camino/ se hace camino al andar”. Que significaría, palabra más, palabra menos: comprometete con cualquier cosa que hagas; no te hagas el distraído; que la vida no te pase por encima.