Desde que apareció el COVID, el mundo no parece un lugar tan lindo ni cómodo para vivir. Pero la Argentina, todavía, lo es menos. Hoy, para sintetizar el nuevo sueño del gobierno argentino, Luciano Román escribió en la Nación que la Argentina se ha transformado en un país con movilidad social descendente.

La ex ministra Patricia Bulrich lo dijo ayer, en Mirá, de una manera brutal: el gobierno quiere un país IFE, donde todos ganen 10 mil pesos y el poder pueda hacer lo que se le dé la gana. Ya es triste sentir cómo nos empobrecemos cada día más. Vuelvo a Román: “acá nos proponen no iluminar los canteros de La Matanza, sino quitarles las luces a la ciudad de Buenos Aires”.

El ataque el mérito es hijo del odio de clase y del resentimiento. Alberto Fernández venía a ponerle punto final a la grieta, pero el resentimiento de Cristina Fernández lo terminó contaminando todo. Para colmo de males, la pandemia nos está alejando, cada día más, al mejor ejercicio humano para salir de la pobreza y empezar a progresar: la escuela presencial. El gobierno nacional y algunos gremios de la educación parecen custodios de la decadencia. En vez de empezar a trabajar para volver a clase, con distanciamiento y el protocolo necesario, acusan al jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, de querer contagiar a los chicos pobres con el COVID. A veces me hacen dudar. ¿Qué prevelace en su conducta? ¿La maldad, la ignorancia o lo peor de ambas calamidades?

Columna de Luis Majul en CNN Radio