Hay un consenso generalizado de que el paquete de medidas anunciado ayer es un parche, y no constituye una solución de fondo. El Presidente estuvo en las últimas horas tratando de convencer a algunos de “Los Dueños de la Argentina” sobre las bondades de la iniciativa. Banqueros, accionistas y ceos de las empresas industriales y de servicios que más facturan en el país.
Entre ellos, tampoco hay un diagnóstico unívoco sobre lo que está pasando. Coinciden, sí, en que la omnipresencia de Cristina Fernández y los serios errores de descoordinación de la política económica conforman una bomba de tiempo que se debería desactivar de manera urgente. ¿Pero es consciente el gobierno del verdadero estado de cosas? Parecería que no: la vicepresidenta continúa desde el senado, imperturbable, con su agenda de venganza e impunidad y Alberto Fernández no quiere o no puede recuperar la autoridad presidencial que le demanda la mayoría de la sociedad.
Los dirigentes de Juntos por el Cambio, los duros y los moderados, tienen el mismo diagnóstico: el gobierno es un rejunte de ministros; un grupo de improvisados sin hoja de ruta y con demasiada energía puesta en la interna de poder. Como si esto fuera poco, el otro gran problema que tiene el jefe de Estado es de confianza. Su palabra se viene devaluando con más velocidad, todavía, que su imagen positiva. Sin confianza, hasta las medidas más audaces y sorpresivas pierden su efecto positivo, aunque vayan en la buena dirección. Los rumores de palacio no son tranquilizadores. Desde un cambio de gabinete que aporte credibilidad hasta la profundización de las políticas extravagantes que impulsan Cristina, Máximo Kirchner y el ala más radicalizada del kirchnerismo gobernante.
Columna de Luis Majul en CNN Radio