Ella arranca su segundo mandato con ventaja. Con un respaldo popular inusitado, una oposición desarticulada y la elección correcta de algunos enemigos a vencer. El más notorio de ellos es Hugo Moyano, el dirigente con mayor rechazo social de toda la República Argentina. Cristina Fernández, que no es tonta, usará a ese enemigo para múltiples propósitos. Uno será el de ponerle un techo del 20 por ciento a las negociaciones paritarias. Ella cree, con buen criterio, que es uno de los diques que servirá para contener la inflación en un tiempo de menor crecimiento de la economía. Otro será el de quitarle a los sindicatos una enorme caja de cerca de 15 mil millones de pesos que se acumulan en el Fondo Solidario de Redistribución Permanente de las Obras Sociales y que los gremios reclaman para sí. Y el tercer propósito será el de siempre: consolidar y aumentar los votos de la clase media políticamente correcta que ve en Moyano a la suma de todos los males. Es una jugada de manual, pero no por eso menos efectiva. Lo mismo hizo Néstor Kirchner al asumir con apenas el 22 por ciento de los votos en mayo de 2003. Se enfrentó con la Corte Suprema más desprestigiada de la historia por cadena nacional. Declaró su enemigo público al sindicalista José Luis Barrionuevo. Y a fines del mismo año su imagen positiva se empezó a disparar hasta superar el 70 por ciento. Daniel Scioli debería estar muy atento a la nueva embestida.
Los ataques de la ministra de seguridad, Nilda Garré, del ministro sin cartera Horacio Verbitsky y del diputado nacional Martín Sabbatella tienen la misma lógica maniqueísta. Ellos son los buenos que denuncian la connivencia del gobernador y el de su ministro de Justicia y Seguridad Ricardo Casal con la cúpula corrupta de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Los otros son los malos, porque se resarcen con buenos negocios mientras cada vez más son los pobres que sufren la inseguridad y el maltrato y la prepotencia policial.
Al mismo tiempo, la Presidenta apoya con entusiasmo al vicegobernador Gabriel Mariotto. El responsable de imponer la Ley de Medios no es un hombre sin voluntad. Todavía no asumió el cargo de manera formal pero ya maneja la Legislatura y controla una buena parte del presupuesto de toda la provincia, mientras se reúne con los intendentes más poderosos del distrito para que tomen nota del avance de la Presidenta y la pérdida de poder de Scioli. Elegir al enemigo correcto, iniciar el operativo demolición y responsabilizarlo de todos los males es una jugada que casi no tiene costos y si múltiples e inmediatos beneficios. En el caso de la pelea con Moyano hay una ventaja extra. La mala memoria de la mayoría de los argentinos hará olvidar que el secretario general de la CGT se transformó en el hombre más poderoso del país -después de la presidenta- gracias a las concesiones y los buenos negocios que le habilitó el ex presidente Néstor Kirchner, a quien el sábado, Ella, otra vez, transformó casi en Dios. También dejará pasar el hecho de que Scioli fue el gran instrumento del kirchnerismo para ganar la provincia de Buenos Aires y sumar votos para la causa nacional. La idea de que Ella y todas las acciones de gobierno que impulsan están bendecidas por el principio de la infalibilidad y que El Mal lo encarnan los enemigos es lo que hace que premie a Guillermo Moreno con algo parecido a un superministerio con injerencia directa en todas las áreas de la economía.
Así, la manipulación de las estadísticas oficiales es presentada como una decisión virtuosa y las medidas policiales contra la compra de dólares como un ataque del gobierno nacional, popular y democrático contra las corporaciones que intentaron marcarle la cancha a la Presidenta. Semejante despliegue autorreferencial, sin la incorporación de la más mínima autocrítica, llegó a opacar lo que fue, a mi entender, uno de los anuncios más importantes de su discurso de asunción. La de empezar a evaluar el desempeño de los docentes como una de las manera de mejorar la calidad educativa.
El llamado a sesiones extraordinarias para discutir la ley de tierras, una nueva ley penal tributaria y el proyecto anti Papel Prensa a la distribución y comercialización de papel de diario tendrán a la clase política muy entretenida mientras Ella sienta las bases de una nueva batalla: la de su propia sucesión. La creciente influencia de su hijo, Máximo Kirchner, en la designación de los ministros y las más importantes medidas de gobierno sugieren que su madre lo está preparando para los tiempos que vienen.
Publicado en El Cronista