Cuando a los gobiernos populistas se les acaba la plata y peligra el relato, empiezan a atacar a los medios y a los periodistas, porque temen que sigan empeñados en hacer su trabajo y que se sepa la verdad. Pero la realidad tarde o temprano siempre se impone.

El dólar ya superó los 170 pesos, y todos los días se conoce un dato de la economía más desalentador. El de hoy es de verdad muy grave. Informa que, desde que se inició la pandemia en la Argentina, se perdieron 3.800.000 puestos de trabajo: es una cifra demasiado grande y demasiado fría como para asimilarla enseguida. Entonces pensémoslo así: 3.800.000 personas llenarían más de 50 canchas de River.

En el coloquio de IDEA se dio a conocer una encuesta de expectativas y el resultado fue tan desalentador como el dato del desempleo: casi el 70 por ciento de los empresarios cree que el segundo semestre será peor que el primero. Esto quiere decir, aunque no se expresa, que esos puestos de trabajo perdidos quizá no se recuperan de inmediato.

Para colmo, Kristalina Georgieva le acaba de advertir al Gobierno, con toda la elegancia del mundo, que, si pretende arreglar con el Fondo Monetario Internacion (FMI), e incluso pedir y conseguir plata prestada, debe presentar un plan, aunque a Alberto Fernández no le guste decir cuál sería su plan.

El lanzamiento del Nodio, que incluyó la aceptación de una denuncia de la oposición y el pedido de indagatoria del fiscal Carlos Stornelli a su responsable, Miriam Lewin, no es más que un intento delirante de un gobierno populista sin dinero para controlar los contenidos de los medios de comunicación.

En realidad esconde un doble propósito: el de controlar a los medios por un lado y conchabar a comunicadores militantes en cargos públicos con ingresos desmesurados, si se los compara con los del sector privado.

Pero también preocupa la fuerte incidencia e influencia del Gobierno y el oficialismo en canales privados, como América TV. No voy a volver a contar ahora toda la historia de cómo intentaron doblegarme sin éxito cuando cambiaron los vientos del poder. No voy a detallar aquí el maltrato laboral y personal de uno de sus accionistas, porque ya llegará el momento de hacerlo ante quien corresponda.

Solo me gustaría saber si es verdad que ahora sus dueños intentaron evitar que Jonatan Viale entrevistara y pusiera en el aire esta semana un reportaje al expresidente Mauricio Macri. No quise llamar a Viale para no molestarlo. Pero en las últimas horas él escribió que la nota se realizaría y que tiene horario de grabación para el martes de la semana que viene. ¿Qué pasó en el medio? ¿Quiénes y por qué intentaron evitar que se publicara esta semana?

No es porque se trate de algo que pueda sorprenderme. Es para que denunciemos la prepotencia y ayudemos a nuestros colegas a trabajar tranquilos y en libertad. En todo caso, vas a tener la posibilidad de ver otro reportaje a Macri este viernes a las 22 en LN+, en Hablemos de otra cosa, el programa de Pablo Sirvén.

En este contexto, la postergación del operativo para desalojar a los usurpadores de Guernica también es otro dato que hace pensar que todavía falta lo peor. Es otra señal que demuestra que no solo el Frente de Todos es una bolsa de gatos. Además, desalienta a cualquier inversor del mundo, incluidos los propios argentinos.

Cuando la toma de Guernica haya culminado, muchos de los usurpadores van a obtener subsidios y otros beneficios, lo que alentaría a más tomas de tierras, no solo en la provincia, sino en toda la Argentina.

La mayoría de los analistas de la Argentina esperamos con expectativa la próxima gran movida del Gobierno, antes de una maxidevaluación que el Presidente sostuvo que no hará.

¿Alberto Fernández acomodará la nave y la llevará hacia adonde se mueve el mundo, o se radicalizará todavía más? En general, en nuestro país hasta los intelectuales que observan al Gobierno tienen un sesgo optimista. Un diagnóstico que bien se puede confundir con el deseo.

Bien: no hay nada que indique que Alberto Fernández se vaya a sacar de encima el pesado lastre ideológico de Cristina Fernández y los chicos grandes de La Cámpora. Es más: en el caso de que al final decida hacerlo nada garantiza que vaya a tener éxito.

La palabra presidencial está tan devaluada que solo un nuevo cisne negro, como la última pandemia, podría hacer olvidar sus contradicciones y ambigüedades.