Aunque, desde que empezó la pandemia, se autoimpuso el límite de no hablar, en público, sobre las elecciones del año que viene, todo parece indicar que María Eugenia Vidal será candidata, y que de nuevo representará a la provincia de Buenos Aires.
“No me fui a ningún lado. Mi vocación sigue intacta y queremos empezar otro ciclo”, anticipó en su zoom con militantes del partido de San Isidro, que organizó el dirigente de PRO en ese distrito, Ramón Lanús.
 
El discurso de la ex gobernadora de la provincia de Buenos Aires parece el indicado para competir en las elecciones legislativas del año que viene.
 
Vidal parece haber aprendido de la derrota de Juntos por el Cambio.
 
También parece haber dado por concluida la etapa de agradecimiento eterno por la oportunidad que le dio Mauricio Macri de llegar a la gobernación más importante del país.
 
Cuando ella habla del gobierno, es decir, del gobierno nacional y el de la provincia, toca las cuerdas que la música que mayoría de los bonaerenses quiere escuchar.
 
Se muestra preocupada por la el desastre de la economía. Alarmada por el tendal de nuevos pobres que estaría dejando la administración que acaba de asumir. Advierte que no saldrán de la pobreza de la noche a la mañana. Pero lo que mas parece indignarla, es el estado de “anarquía e inseguridad” en que está sumida la provincia que gobernó desde 2015 a 2019.
 
No señala con nombre y apellido a nadie, todavía.
 
Habla de “valores”.
 
Aunque ocupar una banca de diputada nacional por la provincia de Buenos Aires no es lo que más la entusiasma, está empezando a comprender que desde allí podrá dejar en evidencia “las mentiras y contradicciones” de Kicillof y también las del ministro de seguridad, Sergio Berni, a quien responsabiliza por el desmadre y el desamparo que afectan a los bonaerenses.
 
María Eugenia Vidal parece haber encontrado la diagonal perfecta para pegarle a ambos donde más duele. Al gobernador, por su ambigüedad para diferenciar lo que está bien de lo que está mal, en asuntos como el combate contra el narcotráfico, la inseguridad y la toma de tierras. A Berni, porque, más allá de las estadísticas que muestran un crecimiento de los delitos más violentos, como el homicidio en ocasión de robo, lo ignora. No lo nombra. Le baja el precio. Lo considera poco serio.
 
Macri, que se jacta de conocerla como la palma de la mano, le adjudicaba a Vidal, para bien y para mal, el síndrome de la alumna con exceso de responsabilidad.
 
Decía que su obsesión por aprender todo era lo que la diferenciaba de la mayoría de los dirigentes. A veces para mal, porque la hacía asumir culpas que no tenía. Y a veces para bien, porque siempre se preparaba para sacar un diez.
 
Si es verdad que se aprende mucho más de los “fracasos” que de los “éxitos”, Vidal, en busca de otra oportunidad, sería muy competitiva.