Hace muy poco, para justificar su postura ante la usurpación del campo Casa Nueva, propiedad de parte de la familia Etchevhere, un periodista afirmó: “yo soy anti-grieta”. Más allá del periodista en cuestión y de la dudosa categoría donde se ubica, un profesional serio, a esa altura del conflicto, debería trabajar con datos duros. En este caso, hay un dato incontrastable: la constancia de la escritura en la que Dolores Etchevhere cede su parte de la sucesión. Este es, precisamente, uno de los problemas de los auto-percibidos "anti-grieta". Ignoran o subestiman los hechos. Se sienten más cómodos, instalados en el falso escenario de “las dos campanas”.
En la fórmula “así como te digo una cosa te digo la otra”. Se notó con claridad con el caso de Santiago Maldonado. Y se había revelado antes cuando se acusó falsamente a la dueña de Clarín, Ernestina Herrera de Noble, de haber adoptado a dos hijos de desaparecidos. No solo los que habían caracterizado al caso Maldonado como un asunto de desaparición forzada y los acusadores de la dueña de Clarín se negaron a admitir el error y el uso de la mentira. También los “anti-grieta”, una vez confirmados los hechos, se hicieron los distraídos. Conozco a una periodista que se autopercibe “anti-grieta” pero siempre piensa mal de los colegas que denunciamos los hechos de corrupción de los gobiernos kirchneristas. Es más: a veces se hace eco de las falsas denuncias contra periodistas sobre los que ella piensa mal. Su prejuicio siempre está del mismo lado. Cuando uno de esos colegas la llamó, con datos en la mano, demostrando que las acusaciones contra él eran mentiras, para que corrigiera el error, ella le respondió: “Ah. ¿En serio? No me había enterado. No me di cuenta”. La conozco bien. No lo hizo una vez. Fueron varias. Contra distintos colegas. “Le faltó decir: “No me había dado cuenta”. “Lo hice sin querer queriendo”, como el Chavo del 8. Hubiera consultado antes a la fuente principal, ¿no? Cuidado con estos “anti-grieta”. La envidia los carcome. En el fondo, están de un lado de la grieta, enmascarados en una supuesta imparcialidad. También están los “anti-grieta” de todos los días que no respetan las normas de honestidad intelectual. Son quienes, abrumados por las evidencias de los hechos, meten en la discusión otros asuntos de distinta naturaleza, o pretenden equipararlo con otro hecho, del mismo peso moral. Un ejemplo clásico: quiénes, para justificar los (presuntos) delitos de corrupción del kirchnerismo y de Cristina Fernández, gritan que Mauricio Macri también los cometió, aunque la justicia, todavía, no lo haya acreditado. Y si no lo pueden demostrar, aducen que lo que hizo Macri con la economía, es tan o más nocivo que los bolsos de José López, la ruta del dinero k, los cuadernos de las coimas y la tragedia de Once. ¿Por qué lo hacen? Los motivos son diversos. Así como en el campo del arte, la literatura, el cine y el teatro, presentarse como de izquierda y progresista otorga “fueros”, en periodismo, a veces, ponerse la camiseta de la anti-grieta da cierta (falsa) pátina de profesionalidad. Hay un grupo editorial que viene explorando esa estrategia de marketing desde hace años, con pésimos resultados. Hay otro grupo que pugna por ocupar ese espacio, pero sus dueños forman parte del gobierno, y se referencian en el presidente de la Nación.
También están los supuestos “anti-grieta” que, para justificar su posicionamiento, se la pasan señalando con el dedo a los que agrupa “en el negocio de la grieta”. Hay un productor de teatro que es el campeón de esta categoría. Riega la plantita de su propio negocio de la anti-grieta. Basta escucharlo los primeros cinco minutos para entender de qué lado está. Trabaja de buen tipo. Parece un buen tipo. Pero su fanatismo solapado, a la larga, lo traiciona.
Los autodenominados anti-grieta suelen tener buena prensa entre los colegas. Ganan todos los Martín-Fierro. Y si no lo logran, inventan premios para auto-celebrarse. Sin embargo, cuando aceptan sumergirse en discusiones honestas y profundas, se muestran inconsistentes, o defienden todo lo contrario a lo que firman o sostienen frente a una cámara. "Así como te digo una cosa te digo la otra", cierran el debate.
Columna de Luis Majul en CNN Radio