Jorge Luis Borges decía que los peronistas no son ni buenos ni malos. “Son incorregibles”. Algo parecido se podría decir de la vicepresidenta: en términos políticos, ella es incorregible. Mientras llama a un acuerdo para solucionar el grave problema de la economía bimonetaria, su mayordomo político, el senador Oscar Parrilli, intentará imponer hoy un proyecto de ley cuyo objetivo es desplazar al procurador Eduardo Casal y elegir otra u otro incondicional.
Alguien apto para instruir a fiscales en la persecución de dirigentes opositores y periodistas críticos, y hacer la vista gorda con los delitos de sus aliados. En realidad, la carta de Cristina Fernández y sus múltiples efectos se podrían encuadrar en lo que Miguel Wiñazki bautizó populismo psiquiátrico: no solo enloquecen al peronismo y a la totalidad de la clase dirigente; también intoxican y enferman al resto de la sociedad, atrapada entre la pandemia, la ineficacia del gobierno y los berretines de Cristina Fernández de Kirchner.
Columna de Luis Majul en CNN Radio