Máximo Kirchner y Cristina Fernández se presentan como los impulsores del “aporte solidario y extraordinario” de los patrimonios más grandes, pero ellos no quieren pagar ni siquiera los impuestos que les corresponden. El diputado nacional tuvo un serio problema hace un par de años, cuando declaró, ante la AFIP, más dinero del que podía gastar, solo para pagarle menos al fisco. Fue un verdadero escándalo. Más tarde, su contador, argumentó que se trató de “un error involuntario”.

Parece que el jefe de la Cámpora tampoco quiere ahora pagar los más de 5 millones de pesos que le correspondería abonar por ser el dueño de una fortuna de más de 200 millones de pesos. Aunque se dirime en la justicia si se trata de un patrimonio mal habido, sus abogados y contadores dicen que le correspondería pagar no a la familia Kirchner sino a la intervención pública judicial. Es decir: a todos los argentinos. Cristina no es un ejemplo mejor: pretende cobrar no solo un sueldo como vicepresidenta, que le corresponde, sino la jubilación como presidenta y la pensión graciable como viuda de un expresidente. También parece que se arrancó a todos los jueces “competentes” la posibilidad de no pagar impuesto a las ganancias por ninguno de esos ingresos, que son millonarios y por los que va a cobrar una especia de reconocimiento retroactivo. La madre y el hijo se llenan la boca hablando de solidaridad y empatía por los que menos tienen pero no se dignan a cumplir las obligaciones mínimas de cualquier ciudadano. Tampoco son buenos emprendedores. Como empresarios hoteleros y locadores nunca tuvieron considerables ganancias genuinas. La diferencia la hicieron cobrando, de manera compulsiva, alquileres delirantes a empresarios como Juan Carlos Relats, Lázaro Báez y Cristóbal López. La escena donde Néstor Kirchner casi obligó a Relats pagarle más de 100 mil dólares por mes por explotar el hotel boutique Los Sauces puede leerse en capítulo número 3 de El Dueño, llamado el Inquilino. Me la contó el mismo Relats y no tiene desperdicio. Báez tuvo que fraguar la contabilidad y recurrir a una usina de facturas truchas para que le cerraran los números. Cristóbal le pagaba a la vice 31 mil dólares por mes por un departamento que ahora no se puede alquilar, aunque está cotizado a casi 10 mil dólares. Tengo entre mis papales muchas declaraciones juradas de Néstor, Cristina y Máximo. No resistirían la pericia ni siquiera de un contador público recién recibido. Y si no, que le pregunten al excontador de la familia Víctor Manzanares. Tuvo que recurrir al liquid paper decenas de veces, porque el dibujo que hacían con la contabilidad no se lo podían creer ni ellos mismos.

Columna de Luis Majul en CNN Radio