Además del nuevo ultimátum a cielo abierto de Cristina Kirchner, sobre el que enseguida vamos a dar información inédita, el acto del viernes pasado debería ser analizado, completo, por un grupo de expertos en comunicación no verbal. Una buena foto para comentar es la de Cristina sacando la lengua.

Fue una mueca tan desusada, que enseguida tuvieron que salir a explicarla. Dicen que se trató de un gesto divertido hacia Hebe de Bonafini. Como diciendo: "¿Viste que tenía razón?" "¿Viste que al final viniste al acto"?

Con independencia de lo que dicen que fue, bien se lo podría asociar a otro gesto mudo, cuando, días después de la tragedia de Once, en el acto del monumento a la bandera, en Rosario, ella descerrajó aquel "Vamos por todo".

Pero otra foto digna de analizar es la que se puede ver a Alberto, Massa, Kicillof, Magario y Máximo Kirchner, como las grandes figuras que expresan la frágil unidad. Si se observa con detenimiento, se ve que Cristina está un paso delante del presidente. Kicillof y Máximo también. De hecho, Alberto habló 16 minutos, Cristina 17 y Axel, superó la media hora, lo que expresaría, en algún sentido, cómo se "autopercibe" frente a la diplomacia del poder.

Ahora hablemos de lo que está pasando. Porque no es nada bueno. ¿Cómo se siente el presidente después del ultimátum que pareció darle su vice en el acto público del viernes pasado?

Molesto, sostienen muy cerca de él. Molesto, por "la teatralización" y "los modos" de la vice. Y contrariado, porque la nueva embestida de la vice no haría más que postergar los cambios de gabinete que Alberto, dicen, ya tenía pensados. Cristina, como siempre, va por todo. Si fuera por ella, ungiría a su hijo Máximo Kirchner como jefe de gabinete. ¿Con qué objetivo? El de foguearlo, como eventual candidato para suceder a Alberto Fernández, en 2023.

Es más: si fuera por ella, forzaría el desplazamiento inmediato, no solo de Santiago Cafiero, sino de una larga lista de ministros y secretarios, a saber:

Ginés González García
Marcela Losardo
Claudio Moroni
Matías Kulfas
Felipe Solá
Mario Meoni
Vilma Ibarra

El presidente piensa distinto, pero no tanto. Estaría dispuesto, como lo exige Cristina, a reemplazar a González García, a Solá y a Kulfas, pero también podría pedir la dimisión al ministro de Ambiente, Juan Cabandié y a la directora ejecutiva del PAMI, Luana Volnovich. Los dos últimos fueron designados a pedido de la vice.

Para Alberto, los demás no solo estarían "funcionando". Además expresarían un equilibrio perfecto en la distribución de poder del Frente de Todos. Un equilibrio que no pensaría modificar. Me dijo una fuente muy cercana al Presidente: "Pedir la renuncia de Santiago, de Vilma, de Marcela, de Juan Pablo Biondi, o de Julio Vitobello sería un ataque directo a Alberto. Sería como dar un golpe".

Hubo un rumor muy fuerte, afirmando que el Gobierno estuvo por romper el contrato con Rusia para tener la Sputnik V. Es que la declaración de Vladimir Putin aclarando que él, por su edad, todavía no se la podía aplicar, cayó como una bomba atómica en la Casa Rosada.

Sin embargo, tanto el presidente como la vice ahora trabajan juntos para que la primera partida de la vacuna rusa llegue antes de navidad a la Argentina, y se empiece a aplicar a fin de año. No a los mayores de 60. Si a los primeros 150 mil médicos y enfermeras que las necesiten.

Donde las diferencias entre ambos son inocultables es en la política económica y en la justicia. Alberto lo sabe bien. Por eso sobreactuó, el consejo envenenado que le había dado hace un año Cristina, con el desafortunado comentario: "Yo hice lo que me mandaste". Porque Cristina lo había "mandado" a no "escuchar" a Clarín, al Fondo, a los jueces y a los periodistas críticos en general. Y, ahora, tan solo un año después, ella, redobló la apuesta, pidiendo, a lo Guillermo Moreno, alinear los salarios, las jubilaciones, los precios y las tarifas.

¿Cómo puede terminar esta pelea? No lo van a definir ni el Presidente ni la vice, sino la economía real. Carlos Melconián, con el que vamos a hablar enseguida, dice que, si todo sigue así, vamos a chocar más temprano que tarde.

Porque la tasa de inversión es la más baja de la historia argentina

Porque se perdieron casi 4 millones de puestos de trabajo en un año, y nada indica que se los vuelva a recuperar en el corto plazo

Y porque el problema de quien manda en el Gobierno está generando cada vez más desconfianza y más desinversión

Pero lo que Cristina no va a poder modificar, por más que mueva cielo y tierra, como bien lo explicó Silvina Martínez, es la prosecución de las causas de corrupción que la colocan una y otra vez en el banquillo de los acusados. Y es muy probable que durante 2021 tampoco pueda lograrlo. Porque tiene siete causas elevadas a juicio oral. Y porque hay otros cuatro juicios - la ruta del dinero k, vialidad, Los sauces y Hotesur y Cuadernos- que la pueden complicar todavía más, hasta terminar llevándola a una condena definitiva.

Cristina ahora quiere voltear a la Corte porque está desesperada. Ya entendió que puede hacer todo el teatro que quiera, pero que, en el momento de fallar, los jueces lo harán sopesando las pruebas, y no atendiendo a las proclamas políticas y los gestos violentos y destemplados.