Desde la vacuna rusa hasta la compra de Edenor, pasando por la flamante unción de Máximo Kirchner como mandamás del PJ bonaerense, no hay nada que no controle la vicepresidenta Cristina Fernández. Y al mismo tiempo, todo lo que controla, todo lo que maneja, parece estar envuelto en un enorme manto de oscuridad. Mejor dicho: oscuridad e impunidad.

Para completar su círculo de poder absoluto, Cristina ya no necesita más al presidente: parece habérselo “comido”, en términos políticos, en el término de un año, y en el medio de la pandemia. ¿Qué es lo único que la limita? ¿Qué es lo único que le impide quedarse con todo? Un puñado de fiscales y jueces, otro puñado de medios y periodistas, y la oposición política, que hasta ahora no estaría capitalizando lo que algunos consideran el peor primer año de gobierno de la historia argentina. 2020 todavía no terminó, pero 2021 ya se considera decisivo. Cristina y Máximo podrían lograr la mayoría simple en diputados también, y entonces así, quedarse con todo, de cara a las presidenciales de 2023. Solo podría detenerlos una hecatombe en la economía, una devaluación o un estallido social, porque al mismo tiempo, la pobreza y la indigencia aumentan día tras día.

Columna de Luis Majul en CNN Radio