(Columna publicada en Diario La Nación) Máximo Kirchner es uno de los dirigentes argentinos con peor imagen. Compite en el podio de los que poseen mayor nivel de rechazo con Amado Boudou, Juan Grabois y Hugo Moyano. En el último estudio de D'Alessio, Irol, Berensztein y Asociados, Máximo K aparece con una imagen negativa del 61 por ciento. Está un punto por encima de su mamá, con el 60 por ciento. Es, en términos electorales, un auténtico "piantavotos". Por esta misma razón, su altísimo nivel de rechazo, fue que Cristina Fernández no se pudo presentar como candidata a presidenta. Iba a perder, según sus cálculos previos, en segunda vuelta, contra Mauricio Macri. Por eso terminó ungiendo a Alberto Fernández.
Este dato -el de la altísima imagen negativa tanto del hijo como de la madre- es el que, cada tanto, agitan los incondicionales de Alberto para suplicarle que ofrezca más resistencia a las imposiciones de la vicepresidenta. Es de esperar que, después del pésimo discurso que dio Máximo Kirchner el pasado 29 de diciembre -en el que mostró balas de goma para defender el inocultable ajuste a los jubilados que implementó su gobierno-, el rechazo social a su figura crezca todavía más. Está claro que Cristina lo quiere transformar en presidente en 2023. Quiere, ¿pero puede?
Para intentarlo, durante todo 2020, sus asesores de imagen, junto a los "chicos grandes" de La Cámpora, impulsaron la falsa idea de que Máximo era más "equilibrado" y "moderado" que Cristina. Que su recorrido junto a Sergio Massa y sus incursiones en el conurbano le habían otorgado más madurez como dirigente y mayor volumen político. El discurso de cierre de antes de fin de año terminó de derrumbar la jugada. Violento y amenazante, con movimientos corporales de alguien atravesado por la ira, el hijo de Néstor y de Cristina no pudo ocultar sus emociones negativas ni su profundo resentimiento. Tampoco su hiperideologización. ¿A quién le estaba hablando, en realidad? Ni siquiera la mayoría del Frente de Todos podría estar de acuerdo con muchas de las barbaridades que dijo. Con semejante disertación, sería un buen funcionario de segunda línea en Cuba o en Venezuela. Pero ni así pudo evitar la incomodidad de defender un ajuste a los jubilados de cerca de 100.000 millones de pesos. Además, y como si eso fuera poco, se acababa de conocer el dictamen de un juez previsional y subrogante que le permitirá a su madre embolsar cerca de dos millones de pesos por mes más un retroactivo de 100 millones de pesos. Es porque consideró legal que Cristina cobre tres cheques del Estado y sin pagar, por sus ingresos, el impuesto a las ganancias. No uno ni dos, sino tres cheques. Uno como vicepresidenta, otro como expresidenta y un tercero como viuda de un presidente.
Sin embargo, Máximo Kirchner, en su alocución incendiaria, determinó que ellos son la "resistencia" y quienes lo critican constituyen "el poder". Justo Máximo Kirchner, uno de los más genuinos representantes de una casta política que vive del trabajo del sector productivo y que estaría preparando una nueva presentación judicial para no pagar el impuesto a los grandes patrimonios cuya aprobación él mismo impulsó.
Por todo esto, y unas cuantas cosas más, ni a Máximo ni a Cristina les iría, hoy, muy bien en las urnas. Sin embargo, no habría que subestimarlos. Porque a los dos les va mucho mejor tras las bambalinas del poder. Solo como ejemplo: durante el primer un año de gestión, le arrebataron al Presidente dos grandes cajas políticas; la de la Anses y la del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat. Además, en los próximos días, y con el argumento de que hay funcionarios que no funcionan y que se deberían buscar otro laburo, volverán a pedir dos ministerios. Para la ministra de Justicia, Marcela Losardo, y el ministro de Salud, Ginés González García, tienen candidatos a reemplazarlos. Julio Alak y Daniel Gollán serían los preferidos de Cristina Fernández y su hijo.
A propósito del sistema de salud, el discurso de la vice en el Estadio Único de la Plata puso en estado de alerta no solo a todo el sector de la medicina prepaga, sino también a los sindicalistas que manejan obras sociales. Y la vuelta atrás del aumento del 7 por ciento de las cuotas de las prepagas para febrero los terminó de poner a la defensiva. "¿Tienen la fantasía de transformar toda la salud argentina en un PAMI gigantesco? Porque si es así, van a chocar la calesita, mal", especuló, con un lenguaje desusado, un representante de las empresas de medicina privada que suele hablar con funcionarios nacionales.
La misma preocupación que los agentes de salud tiene un grupo de intendentes peronistas de la provincia de Buenos Aires.
"Si nos quieren desplazar de prepo van a terminar chocando la calesita a la que todos nos subimos para ganarle a Macri las elecciones", simplificó uno de ellos, consultado por la nacion. Es la primera resistencia organizada a la pretensión de La Cámpora de quedarse con todo. Comandados por Fernando Gray, Gustavo Menéndez y Juan Zabaleta, razonan, con sentido común: "Si nos quieren sacar ahora del PJ por la ventana, ¿cuánto van a tardar en dejarnos afuera a la hora de armar las listas de candidatos para las legislativas de este año?".
Los intendentes que discuten la supremacía de Cristina y de La Cámpora manejan un par de argumentos que quieren poner sobre la mesa, para evitar que se los lleven puestos. Uno es que la expresidenta, cada vez que quiso acumular más poder, lo único que terminó provocando fue la división o la derrota del peronismo. Otro es que al gobernador Axel Kicillof, en términos de gestión y aceptación popular, tampoco le estaría yendo tan bien. De hecho, tiene casi el mismo nivel de rechazo que Cristina Fernández, alrededor de un 60 por ciento.
El tercer argumento es que, si la vice tuviera tanto poder, ya habría logrado pulverizar todas y cada una de las causas judiciales que la acechan tanto a ella como a su familia. En las últimas horas, tanto Boudou como Milagro Sala denunciaron que si no se encuentra ahora mismo alguna solución política, a Cristina Fernández la podrían meter presa en febrero. Por supuesto, se trata de una exageración, por un lado, y de un apriete al Presidente, por el otro. Alberto Fernández tiene la esperanza de que el Congreso habilite, dentro de la Corte Suprema, una especie de tribunal paralelo, capaz de revisar las sentencias de Cristina, y hacer lugar a las apelaciones y las delirantes denuncias de lawfare. También espera que el Parlamento apruebe la designación del nuevo procurador general por mayoría simple y que la oposición termine aceptando este cambio de reglas para terminar de instalar a Daniel Rafecas. En algunas de las múltiples conversaciones que mantuvieron sobre esta cuestión, tanto el jefe del Estado como la vicepresidenta descartaron la opción del indulto. Y quien aparece con mayores chances de transformarse en candidato a presidente de la oposición en 2023, Horacio Rodríguez Larreta, está seguro de que casi nada de lo que pretenden Alberto y Cristina en materia judicial podrá suceder este año, en medio de la competencia electoral.
Larreta, que ahora sufre los embates en carne propia, coincide con la idea de que no hay que subestimar ni a Máximo ni a Cristina, pero también entiende que no son invencibles. "La economía no va a crecer, los problemas de fondo van a empeorar, quizá no pierdan por paliza este año, pero la pelea de fondo se va a dar en 2023, y nosotros vamos a estar unidos para dar la batalla y ganar, porque ellos no tienen plan ni un rumbo claro", le dijo el jefe de gobierno de la ciudad a un periodista con el que se encontró, en la playa, el fin de semana pasado.