Pasa más tiempo en los pasillos de los canales de tv, frente a los móviles, o atendiendo a los programas de radio, que solucionando los problemas reales de la inseguridad en la provincia. Es tan caradura que usa parte de los fondos públicos que Alberto, Cristina y el gobernador Kicillof le quitaron a la Ciudad para financiar su campaña proselitista, y ni siquiera se molesta en ocultarlo.

Ayer, en el medio de la furia popular por el asesinato de Úrsula Bohillo a manos del policía Matías Martínez, Berni, el rey del chamuyo k, le prometió a la mamá Patricia algo que no va a poder cumplir: le dijo que no permitirá que la justicia declare inimputable al femicida. Berni no tiene ningún límite. ¿Cómo va a prometer semejante cosa? ¿Acaso lo acaban de ascender a juez? Hubiera sido mejor que sus subordinados de la Policía de la Mujer no ningunearan, como lo hicieron, la denuncia de la víctima contra su homicida, el fin de semana pasado. Hubiese sido mas práctico que, en vez de conceder entrevistas, Superberni desbaratara la connivencia de los narcos con la policía de la localidad de Rojas, como denunció un amigo de los papás de Ursula, ante la justicia, hace tiempo ya.

Pero al ministro le gusta más el micrófono que el dulce de leche. Y no tiene ningún reparo en inventar cifras, estadísticas o hacer declaraciones de supermacho, del tipo “si me toman la comisaría los saco a tiros”, mientras los casos de inseguridad en la provincia crecen día a día. Decimos que Berni es el rey del chamuyo k porque sus mentiras y tergiversaciones deben ser consideradas una etapa superior del relato k. Relato es una narración de ficción. Chamuyo viene del lunfardo y significa palabrerío o conversación trivial para llenar huecos de silencio. Berni es eso: alguien superficial, con una autoestima enorme, capaz de decir cualquier cosa, pero profundamente ineficiente.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia