La muerte de Carlos Menem, al kirchnerismo en general, y a Cristina en particular, no le sienta bien. En 1995, el entonces gobernador Néstor Kirchner, presentó a Menem en un acto, en El Calafate, como el mejor presidente de la historia. Es imperioso recordar el contexto: se había privatizado YPF y Kirchner hacía tiempo que venía usufructuando las regalías petroleras que más tarde serían recordadas como los famosos “fondos de Santa Cruz”. (los mismos fondos que superaron los mil millones de dólares y que se fueron evaporando mientras crecían las sospechas de corrupción).

Antes, tanto Kirchner como su esposa, Cristina Fernández, habían incluido sus nombres en boletas del menemismo por lo menos cinco veces. Sin embargo, en 2005, mientras el riojano juraba como senador, Kirchner se tocó los testículos de manera ostensible. Oportunista y desagradecido, el entonces jefe de Estado vio en ese gesto la oportunidad de acumular más poder. Años después, tanto Néstor como Cristina pactaron con “el demonio”. Dejaron de acusarlo, denunciarlo y perseguirlo y le garantizaron los fueros, a cambio del apoyo del riojano para sus proyectos de ley. Durante el gobierno de Menem la corrupción fue estructural, pero de menor escala y menos extendida que durante el kirchnerismo. Se produjeron los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA. El expresidente fue procesado y condenado en varias causas. La de la venta de armas a Ecuador y Croacia y la explosión intencional de la fábrica militar de Río Tercero que produjo la muerte de siete personas fueron dos de las más graves. Debería haber sido condenado. Debería haber cumplido su pena, como cualquiera que viola la ley. Nosotros, junto con otros colegas, los investigamos, lo denunciamos y lo criticamos con mucha energía y persistencia. Menem nos persiguió y nos censuró. De hecho, el levantamiento de Sin Límites, el programa que conducíamos junto a Marcelo Longobardi, Alfredo Leuco y Román Lejtman, fue por pedido del expresidente. Se pudo ver por América TV. Duró una sola emisión. Sucedió durante 1996. Nuestro pecado había sido mostrar lo que él quería ocultar: la existencia, en Anillaco, de una pista de aterrizaje, para que sus amigos con avión privado pudieran visitarlo sin inconvenientes. Tuve con Menem, como no podía ser de otra manera, una relación tensa y conflictiva. Aún así jamás dejó de atender mis requerimientos periodísticos. Una de las últimas entrevistas que le hice fue para el documental Yo Presidente, producido por La Cornisa y estrenado en 2007, bajo la dirección de Mariano Cohn y Gastón Duprat. El encuentro tuvo lugar en su casa de Anillaco. El aceptó gustoso la propuesta, aunque sabía que no lo trataríamos con indulgencia. Más allá de las diferencias y los cuestionamientos, que fueron muchos y sobre temas muy relevantes, es justo rescatar el hecho de que parecía no sentir rencor y odio hacia quienes tanto lo criticábamos. Y nunca se le pasó por la cabeza atacar a nuestros parientes o amigos e incluso tratar de meternos presos, como sucede con Cristina Fernández y sus colaboradores, ahora mismo. Fue más moderno más abierto y más generoso, en la política y en la vida, que Néstor Kirchner y, por supuesto, que Cristina también. Incluso se lo puede comprobar leyendo el tuit de la vicepresidenta: escueto y frío, la muerte de Carlos Menem la incomoda, porque la enfrenta a su propio espejo, más allá de cualquier relato.

Pone en evidencia el cinismo del kirchnerismo, en estado puro.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia del 15 de febrero de 2021