Antes de responder la pregunta del título, me gustaría poner sobre la mesa tres datos recientes que sirven para confirmar que la economía argentina está en caída libre y que, en cualquier momento va a chocar, muy fuerte, contra el piso.

Uno: se acaba de conocer un descenso de más del 5 por ciento del consumo masivo en el pasado mes de diciembre. Dos: también se acaba de publicar un nuevo récord del número de empleados públicos, junto con la caída récord del empleo privado formal. Y tres: como si esto fuera poco, la inflación sigue aumentado, casi al mismo ritmo que la recesión.

¿Y qué es lo que produce gran parte de este desbarajuste? A esta altura, echarle la culpa a la pandemia o a la deuda que dejó Macri, solo le sirve al gobierno para mantener contenta a su tribuna de adictos. ¿Y entonces? ¿De qué se trata? Es la emisión monetaria descontrolada, estúpido. La emisión monetaria, junto con otras decisiones de política económica equivocadas, que ya no se discuten en el mundo (aunque los dirigentes del Frente de Todos las disfracen de modernas o nuevas). Porque no solo atrasa varios años el uso de la maquinita de fabricar billetes. También parece una tontería la idea de que controlando con unos cuántos brigadistas de la Cámpora los precios de los productos en ciertos hipermercados se va a domar la inflación. Y es también una estupidez mayúscula creer que la actual inflación es “importada”, porque el mundo está dispuesto a pagar más caros a la carne, el maíz y la soja que se producen en la Argentina. Así como resulta evidente que la creciente presión impositiva va a seguir desalentando el escaso, por no decir nulo, nivel de inversión que tiene la economía productiva. Hasta ahora, el plan “vamos viendo hasta las elecciones” presenta una apariencia de relativo éxito. Y es porque viene acompañado de una militancia/sostiene/relato a la que no habría que subestimar, sino desbaratar. También porque al gobierno le vienen funcionando un par de trucos financieros para evitar otra una brutal disparada del precio del dólar. Pero el asado, como prometía la campaña, no volvió. El aumento del 20 por ciento para los jubilados tampoco. La mejora del salario todavía no atina ni siquiera a arrancar. Y el trabajo real, tampoco. En este contexto, no es extraño que la economía vuelva a chocar de frente, antes o después de las elecciones de medio término, como sucede cada tanto. Con una inflación promedio del 25 por ciento, si se la toma desde 1945, y del 38 por ciento, si se la calcula desde 1970. Por eso, la próxima piña, como diría Carlos Melconián, llegará un poco más tarde o un poco mas temprano. LO que parece inevitable es llegará, una vez más, de manera inexorable.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia