Hoy es el cumpleaños de Cristina Fernández. Como es muy coqueta, no creemos que sea necesario recordar la edad. Sí compartir lo que pensamos sobre el sentido del hashtag #CristinaCumple que ahora es trending topic en las cuentas de twitter de la Argentina. Hablemos sin rodeos: con lo único que Cristina cumple es con ella misma.
Con su obsesión por salir impune de más de una decena de causas judiciales, la mayoría de las cuales son por graves delitos de corrupción. Y para eso, no solo creó un relato perfecto. Una narrativa que suena muy bien. (Igual que sonaba muy bien el “Vamos a volver para ser mejores” del candidato Alberto, y así estamos).
Como ella no puede admitir su culpabilidad y menos probar su inocencia, se subió al argumento de Dilma Rouseef: el delirante lawfare. Una vez más: se trata de un razonamiento que se cae, ni bien lo empieza a desarrollar. Porque la mayoría las causas con los delitos que se le imputan no comenzaron con el gobierno de Macri, sino en 2008, cuando Lilita Carrió denunció una asociación ilícita entre Néstor Kirchner, Cristina Fernández y decenas de empresarios, como Cristóbal López y Lázaro Báez, entre otros. Porque su evidente enriquecimiento ilegal y el de su familia, que supera, ampliamente, los 300 millones de pesos, es injustificable. Porque los expedientes de Vialidad, Hotesur y los Sauces y el de los Cuadernos de la Corrupción, que contienen hechos muy concretos, y no relato, revelan que toda su vida vivió no “para” la política, sino “de” la política. Así que, mis queridos militantes de la mentira, a no engañarse, y no engañar a los demás. Cristina solo cumple con ella, y el país, por más que sostenga lo contrario, le importa un comino. Porque aunque Macri no haya tenido lo que hay tener para haber denunciado, apenas asumió, ante todos los argentinos, que Cristina, en vez de un país en pleno desarrollo, le dejó una bomba de tiempo social, económica, política y también cultural, nuestra tarea, como periodistas, es recordarlo con datos en la mano. El déficit primario más alto de la historia, excepto el de 2020, con la pandemia. Una inflación altísima y reprimida. Un cepo insostenible, como el que se está construyendo ahora. Una desocupación expuesta de niveles superlativos y desempleo encubierto con un aumento de empleo público y planes sociales, insostenibles. Mucha, mucha, pero mucha pobreza, a pesar de que manipulaban las estadísticas y decían que era más baja que en Alemania. Pero Cristina, además, tuvo, y sigue teniendo, sobre todo, una manera de hacer política que no incluye el respeto a los dirigentes de la oposición, ni a los fiscales, los jueces, los empresarios ni los medios de comunicación. Ni siquiera a sus propios compañeros del Frente de Todos, a quienes ningunea y desprecia. Porque ella se cree el centro del mundo y al mismo tiempo piensa de todos los demás, que son unos pelotud….(lo mismo que le dijo a Oscar Parrilli, en los famosos diálogos, tomados de escuchas legales, que, dicho sea de paso, Cristina, también, sostiene, que son parte del lawfare). Y finalmente, decimos que Cristina cumple con ella misma porque jamás mostró la más mínima empatía por as víctimas del COVID, los familiares de la tragedia de Once, los de Cromañón, los pobres que no la idolatran o cualquiera que no forme parte del universo donde solo ella puede brillar, mandar, ejecutar y mandarse todas las macanas que se mandó. Para quienes no me creen o suponen que exagero, les recomiendo la lectura de los libros El Dueño y El y Ella, de mi autoría. En el caso de que les parezca sesgado, lean La Dueña, de Nico y Miguel Wiñazki. Pero si quieren divertirse más y confirmar lo que decimos revisen los diálogos con Parrilli o abóquense a la lectura de su libro, Sinceramente. Allí está condensado todo el rencor y el deprecio que parece sentir por todo y por todos. Es decir: todo lo que no sea Ella misma.
Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia