Si el Presidente no empieza a reaccionar, si Alberto Fernández no le pone un límite al avance del Instituto Patria, terminará siendo arrastrado por el altísimo nivel de rechazo popular que tienen Cristina, Máximo y el ala más radicalizada del kirchnerismo. Esta no es una mera especulación. Se trata de una conclusión más que evidente a la que se puede llegar con simple lectura de las últimas encuestas tanto de Management & Fit como de Giacobbe y Asociados.

Después de más de un año de gestión, quienes votaron a Alberto porque suponían que iba a controlar y contener a Cristina, recuperar el poder adquisitivo del salario y bajar los niveles de pobreza, después de las devaluaciones del peso durante la última etapa del gobierno de Macri, se muestran decepcionados, agobiados, cansados de la pandemia, y escandalizados por el plan sistemático de repartija de vacuna a los amigos, militantes y cercanos, que reveló Horacio Verbitsky a partir de su propio caso. El jefe de Estado debería tomar nota de este ostensible cambio de humor social. Y detenerse a pensar, y mucho, si la renuncia de Marcela Losardo no podría ser leida, por el electorado, como una capitulación definitiva frente a la embestida de Cristina y los chicos grandes de la Cámpora. Es más: debería recordar cuáles fueron los verdaderos motivos por los que Cristina se bajó de su candidatura a presidenta. El lo sabe muy bien porque los analizó una y otra vez: a ella no le alcanzaban los votos; el alto nivel de rechazo popular hacía imposible su victoria en segunda vuelta. Ahora, al que perciben radicalizado y contaminado por el virus del kirchnerismo es a él mismo, y esta circunstacia le estaría haciendo perder votos en todo el país, incluida la provincia de Buenos Aires.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia